-¿No crees en Dios o qué?
-No sé, no lo conozco. No se puede creer en lo que no se conoce.
-Quizá es lo que te falta, que lo conozcas.
-Tal vez, pero no entiendo por qué me falta.
-Si lo conocieras, lo entenderías. Ven conmigo, yo lo conozco.
-Ah, no mames, qué palancota tienes, está chido. Pero si ya lo tienes a él, ¿para qué me quieres a mí?
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