A poco de acabar el año, parece oportuno dejar por aquí otro topfái, como esos que solíamos hacer tiempo atrás.
En esta ocasión, se lleva la cartelera una selección de canciones que han provocado algún desasosiego en quien compone las presentes líneas durante algún momento de etílica lucidez o melancólico estatismo. Quizá no tengan mayor significado para el noble auditorio, sin embargo, a lo mejor se lleven una o dos novedades para poner en la peda, a la hora de comer o para acompañar la trapeada y el lavado de platos.
Sin más preámbulos, ahí van:
- «Postcard», de First Aid Kit. La descubrí hace un par de años, cuando estaba muy enganchado con The Ranch. Por aquel entonces, el tórrido romance que solo nombraba cuando me ponía triste con el alcohol estaba a punto de fracturarse para siempre. Nunca me arrancó lágrimas esta canción, pero acompañaba el peso de la angustia de saber que la vida no es como la haces, bebé.
- «Don’t Think Twice, It’s All Right», de Bob Dylan. ¿Quién imaginaría encontrarse con el Nobel de literatura del 2016 en este apartado lugar de la red? Ciertamente, quien me conozca sabrá que no es santo de mi devoción, sin embargo, esta canción es especialmente rica en significados. El autoexilio de los brazos de la amada por necesidad de paz es algo con lo que me identifico conforme me hago [más] viejo; la melancolía no falta.
- «We Were Lovers», de J. J. Burnel. Esta pieza extraída directamente del mundo del ánime me trae recuerdos lejanos y, en la estética del dolor en que se adscriben, hermosos. Me hacía pensar en esas relaciones de amistad que el tiempo y la distancia erosionan. Más que la queja por el amor, me puede pensar que un día pueda cantarle a ellos…
- «Desarraigo», de Extremoduro. Recientemente, he vivido una telenovela subrepticia ahí donde las correrías amorosas convergen con el sueño intranquilo. Me ahorraré los detalles porque no quiero contar en este espacio el asunto completo, pero he de decir que en mi mente esto sonaba a dos voces, en un confuso pero simpático montaje en el que participamos Peque y yo. Un imperdible clásico del desasosiego.
- «Alastor’s Game», de The Living Thombstone. Apenas la conocí, no pude dejar de escucharla una y otra vez, al más puro estilo del performance de Mieke Bal. Me dijo mil cosas en una tormentosa noche y a la fecha me hace sentir calosfríos. Los fans de Hazbin Hotel lo encontrarán encantador.
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