Un mensaje

Después del paro nacional de mujeres, que provocó que se cayeran los aviones del cielo; los satélites en órbita se estrellaran contra los cuerpos celestes que, perdidos a su vez en una inercia cuántica, desviados de todo trazo elíptico, chocaban unos con otros hasta hacer polvo la mitad de las galaxias y detritos la otra mediana parte; después de que los corpúsculos restantes, vueltos un cáncer nodular iridiscente, se entraban en los pulmones de los vivientes y en furibundo e implacable frenesí devoraban lo mismo la carne tierna que los rastros nucleotideos del mismísimo coronavirus; después que colapsaran espacio, tiempo y otras setecientos mil millares de millón de dimensiones, entre conocidas, desconocidas y aún las de más reciente y variada invención, por fin, de nuevo, podemos volver a nuestras actividades regulares, tranquilos de que el berrinche panochil, con sus glorias y miserias, hase colocado en la cumbre de la Creación toda para remediar los males, enderezar los entuertos y desfacer los agravios cometidos a un mismo tiempo contra ese monolítico, los tres partes del mes exangüe y la una sola sangrante como redentor de Pascua, monopensante, monosapiente, indiferente entre cuerpos, pintas, cabellos teñidos con caca, tetas caídas o destetadas del todo, nalgas cuales peñones cacarizos de adiposidad y celulitis o semejantes al hueso calcañar por lo descarnado que no por lo redondo, bloque o amasijo yo no sé si humano que denominarse quiere mujeres. Y en medio del alborozo de quienes les ofrecen con reverencia el asiento o cédenles el paso en singular maniobra de sumisión que no de micromachismo les dicen «¡Bienvenidas de vuelta!», cual si hubieran ido a alguna parte distinta que a su casa o a la calle, fingiendo que su existencia era poco menos que nulidad rampante y espectral, vine a descubrir un texto asaz confortable y ameno que, por no ser ya más el día maldito en que el demonio rosa del estrógeno infecta y enrarece el hálito bendito de los vientos, comparto como seña de victoria, de conquista irrevocable, de triunfo celebrado por el universal juicio de las eras. Discreto y caro lector, te sean de mucho provecho si no de agrado aquestas líneas:

Mensaje del ocho de marzo de un amo a su esclava

Feliz día de la mujer, mi amor.
Nosotros celebramos tu natura, celebramos tu carácter, celebramos los dulces atributos que te han hecho hoy ser el objeto del cuidado más grande, de mi deseo más íntimo y de la dilección más pura.
Nosotros celebramos tu condición sumisa y vulnerable, tu calidad de tierna e inexperta peregrina de este mundo, tu esencia de mascota compañera y de ritual fetiche.
Gracias por ser una mujer valiente que eligió la esclavitud y la sumisión como formas de vida a mi lado, y no una feminista loca que odia a los hombres y al género humano.
Gracias por ser una esclava fiel y cariñosa que me pone siempre por encima de todo, y no una radical egoísta que hace pintas y daña al prójimo exigiendo locuras, como decidir sobre la vida y la moral ajenas.
Gracias por ser el amor de mi vida, por ser mi propiedad, por ser mi compañera, es decir, gracias por ser quien eres y por permitirme conducirte a una vida feliz, plena.
Te amo y espero que este día, lejos de contaminarte con ideas progresistas y aberrantes, te recuerde la dicha que vives al haberte entregado a mí en cuerpo, alma y corazón.

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