No entres dócil en esa buena noche

No entres dócil en esa buena noche,
que debería la vejez arder y delirar cuando termina el día;
siente rabia, rabia ante la agonía de la luz.

Aunque los sabios al final entiendan que la oscuridad es justa,
porque sus palabras no han bifurcado relámpago alguno,
no entran dóciles en esa buena noche.

Los buenos, que tras la última ola lloran cuán brillantes
pudieron danzar sus débiles acciones en una bahía verde,
sienten rabia, rabia ante la agonía de la luz.

Los locos, que atraparon y cantaron el sol volando
y aprenden, demasiado tarde, que lo afligieron con sus maneras,
no entran dóciles en esa buena noche.

Los severos, que cerca de la muerte ven con una mirada deslumbrante
ciegos ojos que pudieron arder y alegrarse como meteoros,
sienten rabia, rabia ante la agonía de la luz.

Y tú, padre mío, allá en tu triste cima,
maldíceme, bendíceme ahora con tus fieras lágrimas, te lo ruego.
No entres dócil en esa buena noche.
Siente rabia, rabia ante la agonía de la luz.


Dylan Thomas
Traducción de Juan Carlos Villavicencio

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