Galimatías conceptual

Llevo ya varias décadas en este mundo y, muy a mi pesar, aún no sé lo que significa la corriente de conciencia.

Quisiera, en la ingenuidad de alguien que nada sabe, considerar que un ejercicio como el presente tiene sus características. Pero, si incurriese en semejante estupidez, o yo me engañaría harto bastante o fuera mi soberbia tan exagerada que ni por pienso habría de permitírseme seguir contando los días en esta, si deleble, felice cuando puede existencia. Por ello, habré de aguantar los deseos inicuos de pretenderme acaso hábil en vomitar los pensamientos y dedicarme a expresar lo que me corresponde en este triste espacio, acaso olvidado como antaño, pero frecuentemente recordado por la nobilísima labor de albergarme a ratos.

Sepa, pues, señor lector, que no me llamo Lázaro ni puedo acogerme a la piedad del Tormes, porque ni nací en su cauce ni fui bautizado en la claridad de su caudal.

Yacía solo aquí perdido, pensando en las profecías de Miguel de Nuestra Señora, a quien de cuando en cuando sacan a cuento porque así es de incomprensible el peregrinar humano por el mundo. Y topeme con la alegría jovial de una hembra bailarina que me hizo desear nuevamente el tacto de una piel ajena, tibia, trémula, distinta.

Me vine a imaginar en medio de la masturbación más fiera. Y pregunteme qué necesidad habría, qué traería, qué fuese de nosotros si otra vez sucumbiera ante el anhelo del ruin vicio.

¡Oh, pecado de Onán!

¿Es que no podré ser salvo ni en aún en el invierno de mi vida?

Pienso de nuevo en el flagelo… pienso de nuevo en el cilicio.

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