La pesadilla

Mi hija me despertó de madrugada. Se levantó porque había tenido una pesadilla. Amodorrado, la tomé de la mano y tiernamente la conduje de vuelta a acostar. Una vez tendida, le di un beso en la frente, susurré «te amo» y antes de volver a mi habitación cerré el ataúd, pero esta vez me aseguré de haber clavado bien la tapa.

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