“…but the kid is not my
son.”
Michael Jackson
La nueva aventura cinematográfica de
Hellboy fue menos que deslumbrante pero, si algo me pidieran rescatar de ella,
sin duda mencionaría lo relacionado al changeling.
Interesantísimo personaje del folclor europeo, recibe también los nombres de Wechselkind en alemán y xanino o “niño cambiado” en español, lo
cual evidencia que su leyenda proliferó lo mismo en las islas británicas que a
lo largo del continente. En el grueso de los recuentos, se trata de una
criatura sobrenatural, sea hada, duende o demonio, que suplanta a un bebé raptado
por los suyos. Los motivos son tan variados como los métodos para desenmascararlo
y, de actuar a tiempo, obligarlo a que devuelva al crío perdido. Precisamente,
nuestro héroe se vale en la cinta de uno de ellos, que consiste en acercarle al
usurpador (erróneamente equiparado con el gruagach[1])
un objeto de hierro. Sin embargo, persisten en la literatura otros remedios
como sumergirlo en un río, exponerlo a las llamas del hogar, rociarlo con agua
bendita, llevarlo a ciertos lugares encantados o, como puede leerse en un
famoso cuento de los hermanos Grimm, hacerlo reír.[2]
Mas si algo puede presumir este fantástico impostor es que su mito ha probado
ser fatal cuando se lo combina con la ignorancia. La Irlanda decimonónica nos
legó dos infames ejemplos: el de Michael Leahy, un niño ahogado por su propia
madre, y el de Bridget Cleary, inmolada en vida por su esposo; en ambos casos,
los perpetradores estaban convencidos de que un hada había suplantado a su
familiar.
Hoy
sabemos que el changeling y sus
equivalentes tuvieron su origen en desórdenes infantiles como el autismo o el
síndrome de Down, inexplicables para las poblaciones rurales de los siglos
pasados. Era, asimismo, creencia común que las personas zurdas no eran sino ninfas,
elfos o troles infiltrados entre los humanos. Los psiquiatras contemporáneos
suelen citar estas supersticiones como ejemplos del trastorno de Capgras.
[1] En realidad,
el gruagach, o brownie, es un espíritu casero propio del folclor escocés,
semejante a los elfos domésticos de la serie Harry Potter.
[2] Texto número 39
de Cuentos para la infancia y el hogar:
“Los duendecillos”.
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