Piadosa mortaja

Un día, no hubo más medicinas y los hijos de aquellos feroces defensores del príncipe guerrero adornado de guirnaldas y listones comenzaron a morir retorciéndose entre estertores y vómitos sanguinolentos. Al caer la noche a cubrirlos con su piadosa mortaja, entre llantos y gemidos apagados, se oían voces entrecortadas que intentaban corear como al principio: «¡Es un honor…!».

Publicar un comentario

Copyright © Pillaje Cibernético. Diseñado por OddThemes