No
hizo caso de quienes la dijeron demasiado mayor para creer en esas cosas: ató
su carta al cordel del globo y, esperanzada, lo dejó ir. Restaba solamente esperar.
La madrugada del 6, súbitas pisadas la arrancaron del sueño. Sonrió al
descubrirlos al pie de la cama, prestos a cumplir su deseo. Despojó entonces su
tierna desnudez de las sábanas para que los sabios, amorosos, la hicieran
mujer.
Home viejitos pero buenitos Dreikönigsnacht
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