Sentada en el piso
revolvía el montón de cartas.
Como a la ceniza enfriada
las tomaba con las manos y las arrojaba.
Recogía páginas conocidas
y las admiraba con extrañeza,
como las almas miran desde el cielo
los cuerpos abandonados por ellas.
¡Oh, cuánta vida hubo aquí,
vivida irrevocablemente!
¡Oh, cuántos tristes minutos
de amor y de alegría muerta!
De pie a su lado, en silencio,
listo para caer sobre las rodillas,
me sentí aterrado y triste,
como en presencia de un tierno espectro.
Fiódor Tiútchev
c. 1860
Variante de la traducción de Natalia Litvinova.
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