Apellidos, monstruos y religión
Uno de los elementos que más causan ruido, pero que no pueden imputársele por completo a la serie sino que conviene reprobarlos desde la concepción del juego de video, es el apellido del protagonista: Belmont. Sin duda se trata de un apellido bastante más común en Europa que en América, aunque no por eso podríamos decir que está presente con la misma insistencia en todas y cada una de las regiones del Viejo Continente. La forma, como nos la presentan los juegos, es francesa y significa «montaña hermosa». La alusión geográfica hace pensar que se trata, en sus orígenes, de un linaje judío que posteriormente se habría convertido al cristianismo. Como ocurre con muchos otros apellidos, no puede asegurarse cuál es la línea original, a lo mucho puede verificarse su solar más antiguo (dato que, además, es susceptible de modificación si nuevos descubrimientos arrojan luz sobre otras dataciones). La tradición heráldica hispana propone la Reconquista como el marco para la expansión del apellido de Provenza hasta Valencia, desde donde lograría su dispersión por el mundo siglos después; no obstante, en el Armorial general de Johan Baptiste Rietstap se señalan varias regiones, esto debido a lo común del nombre. Con ortografía Bellemont, indicado como autóctono de Francia; Belmont originales de Lorena y también de los Grisones, estos identificados por una mitra episcopal en el escudo de armas. También se recoge el marquesado de Belmont, dignidad que acompaña al vizcondado de Vachon. Por último se enlistan los linajes hispanos, aunque los diferencia con la ortografía Belmonte.¿Qué objeto tiene hacer esta semblanza? Bueno, la serie de Netflix se basa en buena medida en la entrega tercera: Dracula’s Curse, en la que el protagonista es Trevor Belmont y aunque respeta ciertos aspectos de la fuente original, no se apega a los escasos parámetros narrativos presentes en el juego. En primera instancia, el juego no plantea ninguna reivindicación del antagonista; muy por el contrario, comienza con una declaración carente de ambigüedad: «Durante el siglo XV en Europa vivió una persona llamada Drácula. Practicaba la hechicería para crear un mal mundo lleno de maldad». Más adelante se dice que los Belmont fueron convocados para luchar contra Drácula, en vista de que la buena gente del continente era incapaz de derrotarlo; pero los Belmont, merced de sus capacidades sobrenaturales eran más temidos que aceptados, por lo que se les solicitó abandonar la región (no se dice aún, pero ya estamos localizados en Valaquia). Los creativos de la serie decidieron que era buena idea convertir al clan de paladines en una aristocrática familia valaca, lo que es una aberrante elección si consideramos que, por la época en que se pretende desarrollar la historia, la nobleza no veía con buenos ojos la aceptación de más competidores por el trono, menos aún si se trataba de extranjeros, porque en este contexto los Belmont tendrían que ser franceses o, al menos, descendientes y, por ende, quien los rechazaría no sería el vulgo, sino el resto de los poderosos locales y, por supuesto, los turcos, contra quienes se luchaba pero con quienes se establecían alianzas cuando así resultaba conveniente.
Por otra parte, la serie sí se toma la licencia de enfrentar a los Belmont con la Iglesia. No se hace explícito a cuál de las dos grandes ramas del cristianismo se quiere presentar como el antagonista mayor de esta primera temporada, pero por las nociones tradicionales del cristianismo occidental así como por la estética retratada en la serie es más que notorio que se trata de la Católica. Si bien la presencia del catolicismo no fue nula en el este europeo, era mucho mayor la de la Iglesia Oriental, por lo común llamada Ortodoxa. En la serie, desde el primer capítulo se nos muestra a una organización intolerante y prácticamente mafiosa que, además, parece contar con una activa Inquisición. Todo esto puede estar muy bien para el imaginario vulgar e incluso hacer de episodio memorable en alguna ficción de Pérez-Reverte o Eco, pero el caso es que la Iglesia Orotodoxa, una de las más grandes y activas en la Valaquia medieval, no instauró el Santo Oficio en ninguno de sus territorios. Está documentado que tras la excomunión que suscitó el Cisma de Occidente, los inquisidores juzgaban antes que a las supuestas brujas —personajes que serían perseguidos con ahínco mucho después— a los ortodoxos por considerarlos desviados de la doctrina oficial. Habría que recordar que desde el año 381, fecha en que se celebró el segundo concilio ecuménico, los obispos romanos lograron la declaración de la primacía del apostolado de Roma sobre las demás iglesias de tradición apostólica, lo que permitía al Papa, al menos en teoría, influir y tomar decisiones también en los episcopados orientales. La negativa de los ortodoxos no fue necesariamente violenta, sin embargo en el plano teológico fue claro que la doctrina se fragmentaba y aquellos que no se sujetaran a la autoridad pontificia, por lógica, quedaban en una peligrosa situación de heterodoxia.
Pero a Warren Ellis, como buen guionista de oficio, es decir, dedicado al entretenimiento vacuo sin muchas otras preocupaciones, no solo parece haberle importado poco el trasfondo histórico que le hubiera permitido construir una narrativa mucho más sólida, sino que además le resultó asaz simpático incurrir en contradicciones flagrantes como, por ejemplo, mantener la necesidad de agua bendita, tan propia de la tradición y del juego, en su mundo anticlerical. Además de la imposibilidad de que el bestial vampiro que se materializa en la catedral para asesinar al inquisidor de la región —porque si ya vamos a aceptar que existe el mal sobrenatural, hay que admitir de alguna manera que existe el bien sobrenatural— en clara oposición a que la organización eclesiástica es capaz de administrar el poder Dios, si es que tal puede existir en este planteamiento, durante la batalla final el héroe, también ajeno a la institución apostólica, pide a un sacerdote, y especifica «ordenado por la Iglesia», para que bendiga el agua que empleará contra las fuerzas demoníacas. ¿Entonces hay o no hay poder divino involucrado? Claro que el propio Trevor se sorprende de que el agua bendita funcione, pero ¿acaso había motivo para solicitarla si se tenía la certeza de que no iba a dar resultado?
Las criatutras, por otra parte, resultan de lo más fantásticas y, aunque su estética horripilante es un acierto y una de las pocas cosas en favor de esta producción, su funcionamiento es también un oxímoron inadmisible. El planteamiento de la serie se sustenta en el conocimiento de Drácula, aparentemente ser vampiro es equivalente a ser científico y estas cualidades se llevan muy bien. Pero entonces, ¿de dónde surgen estas gárgolas rocambolescas que asuelan la ciudad y asesinan sin misericordia? ¿Son también producto de la ciencia a la que dogmáticamente consagran una criatura de la noche? ¿Es un reconocimiento de que la ciencia no siempre hace lo correcto? Dudo que semejantes razonamientos hayan siquiera asomado la testa durante la creación de la serie, en la que, aparentemente,lo ubicado en el plano de la incorrección y del error es profesar un sistema de creencias, especialmente uno que ha ofrecido aportes al mundo científico tales como los principios de la genética o las bases de la anatomía, sin mencionar que es el precursor de los sistemas públicos de educación y salud, además de que afianzó el pensamiento filosófico occidental y es la cuna de la cultura de prácticamente todo el mundo civilizado.
Comentario final
En fin, es obvio que nos encontramos ante una producción que busca provocar desde la estética, pero que se conforma con mantener al espectador atrapado en la comodidad de las preconcepciones, sin retarlo a ir más allá de la zona de confort del prejuicio convencional. No me cabe duda que habrá quien con ansias espera la siguiente entrega, que ya fue anunciada en enero del presente año, y qué bueno que se desee consumir este producto; si se pudiera ver con ojos críticos, eso sería loable. Para finalizar esta segunda entrega poco resta que decir sobre el tema; la narrativa es pobre y la fuerza reposa esencialmente en lo visual, es una propuesta bella pero vacía de significado y que dista mucho de ser el contenido de calidad que muchos fanáticos han cacareado en su momento. Afortunadamente esta segunda entrada ha salido a tiempo para corroborar que, como quiera que sea, ya nadie habla de esta adaptación.Vale.
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