La princesa en jefe.

Les voy a contar un cuento.

Esta era una niña que hubiera sido princesa de no ser porque sus ojos y su cabello eran tan oscuros como noche sin luna y sin estrellas y no como los de todos sus hermanos y familia: iluminados como día caluroso. 

Su padre, aunque decía quererla, en el fondo la detestaba; le recordaba a su cruel madre fallecida de cirrosis hacía muchos años. La madre de la niña princesa, apenas era un cuerpo sin alma.

Al cabo de los años, la princesa de ojos oscuros se refugió en el bosque cerca de la mansión donde vivía, pues en su casa nadie notaba su presencia. 


Pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa, convirtiéndose en una ferviente cazadora de aves y reptiles que devoraba sin cocinar; viviendo entre el río y los árboles. 

Un día, no volvió más a su casa; se fue y su familia nunca volvió a saber de ella. Sus padres murieron vaya usted a saber si con remordimientos. Sobre sus hermanos apenas se sabe nada. 

Y un buen día, que no era tan bueno pues llovía y los caminos estaban en pleno lodazal, la princesa volvió. Caminaba con la pesadez de lo años y la ligereza de la libertad, con los pies llenos de lodo.

Habían pasado 80 años desde que se había ido. Volvía a vivir su muerte al lugar que la arrojó al mundo, porque no conocía otro bosque donde quisiera depositar sus sueños. El bosque, aunque mucho más pequeño, aún existía. 

Su historia, vaya usted a saber si es cierta, la contó una sola persona, un viajero que dio cuenta de su existencia justo el día en que la Princesa moría.

Se decía que había luchado como capitana de un ejército inmenso que bajo su mando nunca perdió una batalla y que, al enfrentarse con el enemigo en una de las guerras más sangrientas de los últimos tiempos, dijo: 

"No somos asesinos, sino valientes defensores del derecho a la vida, como todos ustedes..."  Y ese fue el inicio del discurso que habría de acabar con esa guerra.  El mismo discurso que se lee sobre la placa de la puerta que otrora fuera su casa y que ahora es el único museo de un pueblo que apenas figura en el mapa. 

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