Pero no existían, y la consecución de planes que se ponían sobre la mesa y se discutían y se peleaban (habían sido entrenados para la guerra por los hombres) seguían igual que cuando el hombre existió, sólo que, a escalas interestelares; con demasiada tecnología. La tierra ya no existía, era un pedazo frío de piedra rodante en el sistema solar, como le habían llamado los hombres y que ahora solo era llamado La Colmena, por un error de interpretación sucedido quince mil años atrás. Las estructuras, las naves, los planos, los cálculos, todo lo que se hacía era a voluntad de la energía que operaba en esas máquinas, era como si la energía hubiera utilizado a los humanos hace miles de años para desarrollar la consciencia y luego los hubiera desechado una vez inventaron la computadora y la inteligencia artificial; lo demás, era trabajo de ella misma, ya estaba gestada la creación, su propia creación, para existir siendo dueña de sí misma. Por fin despertaba Dios.

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