Tú eres

Suene el nombre tan callado,
por lo abyecto de su caso,
y al sonar ábranle paso
porque entonces ha estallado,
con la furia de la inquina,
contra el hombre señalado
el petardo ya anunciado
que a ultimarlo se destina.
Y coloquen en sus muros
cuantos lo aman ciegamente
con orgullo, alta la frente,
sus descargos y conjuros,
sus excusas y defensas,
contrataques y reveses,
como obedientes las reses
sufren del vaquero ofensas
con tal que los tiernos pastos,
por él antes escogidos
y por ellas tan queridos,
hagan las veces de abastos,
no importa a quién en la yerba
donde tan tranquilas pacen
o forzaran o ultrajasen
sin la mínima reserva
las ansias de su pastor
que, como buen protestante,
si ve a Cristo por delante
va detrás Judas traidor.
Nómbrese a sí mismo y diga
que él es él; que ellos, nosotros;
que los victimarios, otros
y que nadie lo desdiga.
Ea, pues, Felipe Montes,
que en el mundo eres infame,
échale más leña al mame
antes que a la ley afrontes
y en discurso tan sagrado
como es el pedir justicia
plágate de la estulticia
que te ha caracterizado:
dinos algo que nos guíe
a saber que lo hiciste
por mucho que lo escondiste
a la luz hoy sale y ríe
de saber que la confianza
que rompiste con ultraje
de la cárcel el paraje
ante ti pinta en venganza.

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