Debido a las labores cotidianas me he visto obligado a abandonar, figuradamente claro está, este espacio, sin que por ello deje de tenerlo en el pensamiento un solo instante. Los años de pillaje no pueden desaparecer bajo la alfombra o enclaustrarse para siempre en algún desván de la memoria. Con la intención de mantenerlo vivo y fresco he maquinado diversas maneras de no permitir que el silencio impere, sobre todo en esos momentos en que uno no puede venir a actualizar manualmente los artículos. Por supuesto que la característica de programación de entradas de Blogger es la salida a esto, no obstante el problema no radica en quién le pueda dar publicar a los borradores, sino quién se encargará de confeccionarlos. Los colegas también andan ocupados en sus cosas y es felonía exigirles que las desatiendan por venir a verter algunas líneas aquí, ya bastante altruista es su labor al acceder a colaborar. La entrada de hoy, consecuentemente, es eso: una vaga colección de palabrería por no abandonar el ejercicio, además que últimamente he tenido que apegarme a los cánones académicos y temo perder la capacidad para comunicar, sin la frialdad del texto escolar, las ideas que tan buena y adjetivadamente aquí me salen como a Sancho los donaires.
Pensaba que cabría reactivar el viejo Enfermedad profesional, un experimento de mis años mozos que terminé por destruir a eso de la cuarta o quinta entrada, era un ejercicio, eso sí, muy exigente y extenuante. El caso iba como sigue: en un blog llamado como he dicho, me había propuesto escribir diariamente alguna entrada, sobre todo de corte literario, esto por no dejar enmohecer las capacidades, que aunque no lo parezca se oxidan, y al mismo tiempo explorar las posibilidades discursivas que me dieran voz. También era una época asaz tormentosa, con la universidad a cuestas, poco dinero, muchas responsabilidad y ganas de morir, así que maté ese espacio con todo su contenido, salvo algún poema que por aquel entonces me gustó. Pensaba que aquí podría caber algo por el estilo, pero ya hay bastantes espacios para la literatura en Pillaje Cibernético y añadir otro parece ocioso.
Lo que sí quisiera es retomar la disciplina de escribir, al menos quince minutos al día. Suena a bodrio y a receta mecánica de esas que usarían Felipe Montes u Olga de León, nefastos personajes de la escena literaria regiomontana, pero sería como esas dosis diaria de heroína —que no declaro ni niego consumir— y me dejaría, quiero pensar, más tranquilo. Si ya puedo dedicarle cuarenta minutos a la caminata cinco días a la semana, qué mucho otros tantos a la escritura. Quién sabe, podría incluso armar una novela de folletín, que por cierto, medio había comenzado hace rato con la carta firmada P. Hay nombres de mujer que merodean mis pensamientos sin motivo aparente. Ya hablaremos de eso otro día.
Por el momento no sé bien qué podría hacer para solucionar lo que he dicho hasta arriba. Tampoco estoy muy conforme con referirnos a las ideas en virtud de su localización en el texto, ¿qué tal si la diapositiva que leemos hace su transición horizontalmente? Bueno, ciertamente los nativos digitales serán incapaces de comprenderlo.
Reflexionemos y veamos qué nos traen los pensamientos, además de ansias de muerte.
Nos leemos pronto.
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Ideas inconexas
Por Tuzo Pillo Hora 00:00 0
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