Nevermore

Sera laissé feu vif, mort caché,
Dedans les globes horribles espouvantable,
De nuict à classe cité en poudre lasché,
La cité a feu, l’ennemy favorable.

—Michel de Nostradamus, Les Centuries, Centurie V, VIII

Sin duda ha estremecido al mundo un nuevo atentado terrorista en el corazón de Europa. La muerte que arribó a Manchester en pleno concierto de pubertos y mocosos mamadores vuelve a invocar la arcana lucha entre correctos políticos y detractores de la modernidad. En este marco, forzadamente ajeno a algo que poco me involucra, he preferido leer sobre otra materia, mas no ha podido prosperar mi intención de exiliarme voluntariamente de estos debates, pues aún en esa lectura en apariencia distante ha llegado la abyecta pugna.

Por azares del destino en el periódico ABC encontré la historia de Becerrillo, un valiente alano español que participó en la conquista de América. El artículo, que tiene mucho de anecdótico y poco rigor histórico, se me antojó ameno por motivos varios: trata sobre perros, la más noble y digna especie en el universo mundo; habla de la participación de los caninos en la conquista de América, episodio asaz apasionante y al que le tengo infinito cariño; echa en las narices de los maricotas animalistas de mierda que su defensa irracional no es sino reflejo de su propia falta de cojones.

Amén de algunas faltas de ortografía y la ya citada carencia de rigor histórico, el texto me había parecido muy bien. Empero en los comentarios vine a toparme con el tropel de bobalicones que abundan en la red, quejándose de que se encomiara a la Conquista y que el buen Becerrillo nada tenía de loable en comparación con una perra francesa (¿es que acaso no lo son todas?) que murió luchando contra terroristas, aduciendo que los terroristas aquí eran los españoles.

¡Cuán triste es ver cómo la ignorancia campa hoy a sus anchas! Toda esta gente, expresándose en lengua hispana, se ha vuelto detractora de la civilización que les dio todo lo que tienen. Quisiera verlos viviendo como indígenas americanos, observando sus ritos y costumbres, adorando a sus dioses y hablando sus lenguas, de suerte que sea convincente que execran al Occidente español. ¡Nunca lo harán! Y no lo harán porque son idiotas que se quejan porque han dado por sentado que todo está como debe estar, que si la vida hoy es cómoda es porque siempre lo ha sido, que si hoy hablamos una lengua es porque ésta fue de toda la vida. Está claro que nuestro presente es resultado lógico, consecuencia si se quiere, de ese pasado. Cierto es que la lógica no obliga a amar los hechos de antaño, sin embargo cuando se goza de tantos beneficios como supone la vida occidental, habría que ver con menos imbecilidad episodios tan genuinamente heroicos como el de la batalla en que Becerrillo perdió la vida.

En cuanto al terrorismo, no faltan los que quieren defender a los mahometanos y arguyen que la culpa es de la Europa más católica y genuina. Como un papanatas de nombre Gonzalo que sigue al buen E. J. Valdés. Ya estuvo bueno de querer ofrecerle las nalgas a los hijos de Mahoma, a los que habría que reventar no por odio, sino por amor proprio.

Triste cosa que no pueda ya uno leer en paz sin que salgan a colación estas bascas de debate.

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