¡Y
cómo no! Una persona nunca sabe lo que duele, sólo le que le ha dolido, eso sí
que uno lo sabe bien, el alma lo aprende, lo reconoce, a veces parece que hasta
lo disfruta. Aunque siempre debemos tener cuidado, porque lo peligroso aparece
cuando uno se acostumbra al dolor. Es
imposible saber lo que uno provoca, si acaso lo imaginamos, lo vemos en pistas,
de a cachos, pero nunca tenemos certeza del dolor que provocamos hasta que la
vida nos lo regresa, tarde o temprano.
Ando que no hallo
la puerta
Ya no sé si voy o
vengo
Me traes vagando
en tinieblas
Por el amor que
te tengo
Y tú ni te has
dado cuenta
Que por ti me
estoy muriendo
Todo me lo dijo borracho
cantando en la plaza del pueblo, lo hizo allí, delante de todos, gritándole al
aire para que yo escuchara. Haciéndose el que no me veía, pero sabiendo que
estaba allí, orgullosa y necia, como siempre, como eso que lo enamoró. Y sé que
todavía me trae enredada en el cuerpo. Y eso no puede soportarlo.
Ya mis mejores amigos
De mí se están alejando
Dicen que no soy el mismo
Que tu amor me está
cambiando
Que me ven muy pensativo
Que me hablan y no hago caso
Lo encontraron llorando
junto a “La tuerca” esa cantina mugrienta como su conciencia, echándome a mí la
culpa, diciendo que yo todo, que él nada. Diciendo y gritando y gimiendo y
hartándome.
Al que le duele, le
duele,
Cada quien sabe su
cuento
Sólo el que carga
el morral sabe lo que lleva adentro
Al que le duele, le
duele, cada quién sabe su cuento
Si ahora me ven
reír, estoy llorando por dentro.
Un día recuperó la conciencia y se hizo el muy hombre,
iba por allí con su sonrisa enmascarada diciendo las cosas que a los hombres
les gusta escuchar. Pero yo sí sé lo que trae adentro, lo que le pesa el muerto,
este muerto que soy yo, que adentro se pudre e incomoda...
Que me tienes
embrujado o me pisaste la sombra
Eso es lo que dicen
todos
Pero a mi nada me
importa
Lo que me tiene
embrujado
Son los besos de tu
boca
No me lo dice, pero yo sé que me piensa. Y peor aún,
que odia pensarme. Una siempre nota el trabajo que a los hombres les cuesta dejar de pensar en una mujer porque
siempre mienten. Eso que ellos llaman olvido en realidad es desprecio, un
desprecio discreto que se les anida en el corazón y se les va pudriendo y eso,
eso no hay bruja que pueda curarlo…
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