Sobre el amor, el trabajo y lo pendejos que somos.


Tener pareja cada día se vuelve un asunto de valor, aventura y tristeza, como el reto que nadie logra porque el éxito está en el conformismo de tener lo que a la mano está. Así estamos sentados más de 8 horas diarias en una oficina gris, asegurados con el pago que cada quince días recibimos; así estamos, atados a lo que nos da soporte y que un día, con ilusión, nos atrajo: La pareja con la que compartimos todos los días, para quienes la tienen, sin importar si es la que más desean; o quienes no la tienen, que no la tienen no tanto "porque no quieran ni tampoco porque no puedan pero sí porque no han podido". Porque cada vez se repite la misma historia, porque siempre habrá prietos en el arroz que hagan ver feo al arroz entero y entonces, motivados por una vida prodigio en donde el valiente vive más, envalentonados a pedir aumento en la oficina y a despreciar el arroz que tenemos, damos el paso sin el huarache y nos espinamos. Porque rompemos con todo, con lo que tenemos y con lo que no tenemos. ¿Cuantas veces se ha ingresado a laborar en una empresa y al poco tiempo resulta ser algo incómodo y vulgar para algún empleado que estaba muy ilusionado con el empleo? ¿Cuantas parejas, luego de descubrirse de todo el buen modo que los caracterizaba al principio de la relación, se dan cuenta de que siempre no era tan interesante y se olvidan y se dejan o se quedan para no perder lo poco que se ha conseguido? Como el empleo de oficinista. Grises por la monotonía o cansados por la falta de monotonía, para quienes viajamos mucho y apenas tenemos tiempo de estar en casa. El asunto es que lo que obtenemos de la vida está delimitado por las cosas que buscamos; porque es en la escala de esas cosas con la que obtenemos la unidad de medida de nuestro bienestar social. Estar bien es tener un empleo que dé, al menos, para vestir "bien" y comer sin problemas. Además de la casa, claro. 

Pero, ¿de qué tamaño es la casa que cada persona necesita para estar bien? ¿Qué actividad laboral debería hacer cada quien para ser feliz? ¿Cómo debería ser la pareja perfecta que le permita estar contento con su vida? Por supuesto, las respuestas no pueden contenerse en un sistema político-económico cuadrado que se rige por las especulaciones de los mercados internacionales, eso desde el aspecto "legal", a maltratos animales y humanos por la parte ilegal y las industrias armamentistas y de cualquier otra índole que coartan la libertad del humano a sentir, bajo el dominio de "El Partido", con alusión al libro de Orwell de “1984 o el Gran Hermano”: Los pueblos son controlados por pantallas en donde la historia se reescribía cada 4 años y las memorias eran borradas. A la gente se le sostenía con apenas lo necesario y el alma les era robada. Algo como lo que pasa en la actualidad, lo curioso con Orwell, -que no es que quiera hablarles de él-, es que este libro lo escribió desde 1939, si no mal recuerdo, y le puso 1984 como año futuro. Su visión no solo es muy amplia, sino que describe perfecto la situación en la que el mundo se encuentra actualmente: Armados hasta las narices. Muertos todos los días. Terroristas en todos lados, de un lado se llama Estado Islámico, y del otro, Crimen Organizado. Porque con terror los pueblos se quedan quietos. Son como los latigazos a los caballos o las púas para las vacas. Nuestro corral es no sentir. Y si vas a sentir solo hay una historia: El amor idílico decorado de corazones blancos y dorados en donde se juran amor eterno y las personas unen sus almas para ser una sola cosa. Acompañado de otras babosadas aún más abruptas. De esas otras cosas, extraemos que la virginidad es menester entregársela a la única persona que tendremos en la vida, según algunos religiosos. La expectativa de nuestra vida pende de la imagen que hemos formado de la sociedad prodigio y que continuamente perseguimos: buscando al amor de nuestras vidas, al mejor trabajo del mundo, al mejor lugar para vivir que se pueda, la mejor casa y el mejor vehículo, condenados a las paredes metálicas de las puertas y puertas que nos separan a unos de otros, para preguntarnos antes de morir, cómo eran las tribus cuando los enojos entre ellos eran superados y lo que los unía era la necesidad de permanecer juntos, preguntarme si no es el amor la razón de su supervivencia y el camino al éxito y es lo único que nos han heredado pero como estamos insertados en un mundo que no funciona con sentimientos alternos a este sistema, sino con cuestiones escritas y valores predeterminados, entonces debemos vivir la historia única que se ha planteado, el buscar incesantemente la media naranja para descubrir quién sabe qué mierdas porque no conozco a nadie que me haya dicho que ya la encontró. Y no dudó que lo haya, pero no serán, casi estoy seguro, mayoría. 

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Por qué cada vez que intento iniciar algo con alguien algo sale que ya no me gusta o a él -o ella- ya no le gustó algo y valió madre? Fácil: porque la expectativa que tenemos de las cosas, casi de cualquier cosa, es muy alta. Las personas más felices son las que viven al día, las que se conforman casi con cualquier cosa porque en cualquier lugar están bien. Si esto es verdad, entonces la felicidad no reside en la comodidad de una casa que es caliente, acogedora y silenciosa, pero sola. Donde no tienes un abrazo cálido que le dé la química a tu cuerpo. Porque lo que tú buscas no está en nadie. Y cuando tú te enamoras, eres tan meloso que al otro dejas de interesarle. Porque, visto desde el otro lado, que me gustes, que seas interesante a mis gustos, no es suficiente, si ya te tengo seguro, para quedarme aquí. Ya eres tierra conquistada. Haz dejado de interesarme. Y bajo esa historia me parece que todos hemos estado en uno y otro lado. En uno duele, en el otro, relativamente nos vale verga. Nuevamente, ¿por qué? Porque hemos hecho de las relaciones los adefesios que resultan de nuestros ideales, empañados por un montón de conceptos morales, religiosos, científicos o de cualquier índole, robotizados para repetir la fe, el credo, la tabla periódica o las órdenes de fusilar, pero no para sentir libremente el amor, el deseo que nace del contacto físico con otra persona, el deseo, un amor distinto, de estar con otra persona incluso si no hay contacto, como con los amigos. No hablo de la satisfacción sexual momentánea con la que las personas no se conectan porque "solo es sexo"; esta situación me parece solo la resulta de un problema no atacado de raíz, un parche. Por mucho sexo que la persona tenga ocasional, con seguridad no encontrará lo que tendría si se llegara a enamorar. Y ese es precisamente el problema, que la gente no se enamora, porque somos más valiosos nosotros que cualquier persona. Porque es más importante hacerle sentir que lo tengo ahí, para mi gozo o mi ego, en lugar de sentir que al rededor de mi vida encuentro diferentes personas incondicionales, algunos son familia y otros son amigos. Con algunos hago viajes, con otros comidas, con otros diálogo, con otros discuto, con otros disfruto cuando nos tocamos. La unión que nace de las personas por la química de sus cuerpos la llamamos amor. Pero nuestro amor es un arrebato de sensaciones quizá producidas por las reacciones químicas que esa combinación pudo crear. Yo no sé ustedes, pero yo he besado sin química y sin sentir mucho y otros besos que solo de tocarse los labios estremecen. Esa sensación, natural, bellísima, experimental, que no solo es el camino a la reproducción de la especie, sino que además tiene el don de producir placer, eso que se hace cuando queremos comunicarnos en silencio por pasar un rato juntos, eso es el amor, el amor heredado, el que se encarga de proteger del frío al otro. Porque tú me das calor y yo templanza con mi frío. Porque yo te protejo pero tú me avisas si no viene la bestia. En una unión de emociones derivadas del sentimiento de pertenencia a un grupo, a un pueblo, y no porque me tocó trabajar con toda esa bola de pendejos, porque para todos, los otros, eso serán. En lugar de ser sus hermanos con menos experiencia y que están aprendiendo y a los que se les debe enseñar, en lugar de eso competimos por tener la mejor decisión, las mejores marcas, al mejor novio y en suma a lo que es mejor en un espectacular de publicidad. Porque eso muestra la televisión, el internet, el mundo capitalista para acabar pronto. No hablaremos de comunismo porque es muy fácil perdernos. Estamos hablando del humano. Que apenas ha aprendido a hablar en los miles de años que tiene inventando esto de mover la boca o escribir. Tan mala comunicación tiene que de un lado está un país aventando bombas a otro, como en una casa un señor discutiendo con su esposa y golpeándose. Porque sonaba bonito cuando lo platicaron eso del matrimonio, pero no mames güey, está de la verga, y ahora con los chamacos ni modo de echarnos para atrás. Mejor mira; ahí me la llevo, una canita al aire de vez en cuando y chingón, de todos modos tá bien pendeja mi vieja, ni cuenta se da (no sabe que el pendejo es él y que ella le da la vuelta 4 veces). 

Bajo la mentira, el engaño de ser lo que no somos: barbies rubias y lujosas las mujeres, hombres varoniles y avezados. No podemos, simplemente, sentir. Y le damos estructura y cuando pierde la forma destruimos el sentimiento. Porque perdemos, porque nos sentimos inseguros. Como cuando no sabemos si están meditando en despedirnos del trabajo. Como cuando estás esperando una llamada de esa persona y es muy probable que no la haga. Porque ya no le interesas. Porque ya estuviste en las diez formas que te quiso tener y ya resultas aburrido. Y, luego, te tocará estar del otro lado; porque mira, está guapo, es lindo, es inteligente, pero no sé, hay algo que al final hace que no me encante. Claro, porque vivimos encantados con otras imágenes que la de sentirnos unos a otros. En lugar de decir: Me hace sentir cosas lindas tal persona, hablaré con ella a ver si quiere que las sigamos compartiendo y ver si también a él -o a ella-, también le agrada. Con otra persona siento otras cosas. Y cuando se sienta la correspondencia y ambos sean partícipes de la decisión de solo estar entre ellos, habrán encontrado lo que para cualquiera sería la pareja perfecta, porque los dos sienten la necesidad y no porque el precepto fue impuesto y se busco desde el principio. Qué diferente sería si las personas solo hiciéramos conforme a lo que sentimos, siempre que el amor al resto de las personas sea nuestro motor. Entendiendo que no hay valor más grande que la de preservar la dignidad del pueblo, porque es la única manera de salvar la especie, así como hablar entre parejas como se cuentan las cosas más tontas, cómo son, cómo suceden, sin el desdén de hacer sentir mal al otro, pero no podemos porque cuando uno de los dos está mal y el otro desespera, no hay empatía que los logre posicionar en una órbita compartida y nacen los conflictos. Podríamos ser honestos todos y hablar con claridad, sentir con libertad y pensar con lógica, sin anteponer las ideas antes que a los sentimientos que nos unen como humanos, porque si hay algo más fuerte que aquello que nos acompaña a dónde vayamos, entonces eso supera al amor, pero no me parece que exista algo más fuerte que la añoranza a lo que extrañamos, a lo que amamos. Y no me suena descabellado que en el resumen de la vida, los momentos más brillantes no serán los de ningún logro, sino los de aquellos en los que se estaba exactamente perdido de amor. Y si esto es así, nos hemos contado una historia falsa y el camino está equivocado. Qué miedo me da estar tan perdido y llevar la vida vivida a la mitad, sin posibilidad de regreso y sin las fuerzas para cambiar todo el esfuerzo que he hecho para conseguir dinero, por amor. 

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