Le metamorfosis de Jesús

Un día, siendo mis hijos pequeños, llevé a Jesús al pediatra y estaba de vacaciones; en su lugar había un suplente. Sólo estábamos nosotros en la sala de espera y cuando salió el nuevo médico, lanzó una mirada al niño, oculta tras unas enormes gafas cuadradas y gritó: —Pasa, Chucho—. Jesús le obedeció mientras me miraba a mí sorprendido.

Entramos en la consulta y el médico prosiguió: — Y dime ¿qué te pasa, Chucho?

Mi vástago volvió a mirarme, esta vez soltando una carcajada que se me contagió.

Cuando pudimos parar de reír le pregunté al osado doctor: —¿Por qué le llama chucho?

—Porque en mi país se les dice Chucho a los Jesús— respondió divertido.

—Ah, bueno — aclaré— pues aquí se les llama chucho a los perros.

Tras revisar al paciente y al acabar la visita, me despidió estrechando mi mano y a Jesús le obsequió una cariñosa palmada en la espalda, a la cual él respondió con un ladrido.

No sé si fue gracias a las vitaminas que le recetó aquel simpático médico, pero desde ese día, noté un cambio considerable en el apetito del nene, que comenzó a aumentar y a tornarse insaciable, haciéndole devorar cualquier manjar que se le presentara en el plato, como si de un pozo sin fondo se tratase su infantil estómago.

Años más tarde, allá por la pubertad, comencé a percatarme de que algunos comportamientos de Jesús eran un poco extraños, como cuando olisqueaba las farolas o se acercaba a las chicas rodeándolas y agachado, como si intentara olerles el culo, pero pensé que se debía tratar de alguna moda de esas, como la de llevar las gorras con la visera hacia atrás o los pantalones medio bajados para que se vean los calzoncillos. Y lo dejé estar, total, no hacía daño a nadie.

Ahora colabora con la Policía Nacional, buscando drogas y explosivos, dice. Y que yo sepa no se ha sacado ningún título, pero me comenta su jefe: —Mari, tu hijo se los huele a millas. Tiene olfato pa esto— ¡Y tiene un buen sueldo!— pienso yo, orgullosa.

¡Benditas vitaminas las que le dio el pediatra aquel día! A veces los vecinos se quejan porque aseguran ver caer desde el balcón de la habitación de Jesús, un chorro de agua algo amarillenta y de la que se desprende un fuerte olor a amoniaco procedente, al parecer, del aire acondicionado, y eso es raro porque no tenemos aire acondicionado.

Pero no importa, debe ser alguna moda de esas la de mear desde los balcones, algo que hacen los jóvenes, al menos los Chuchos.

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