Giger y Dune

Uno de los proyectos más interesantes en los que se involucró H.R. Giger —tanto más porque nunca se realizó— fue la adaptación de Dune, de Frank Herbert, al cine. Esta súper producción, maquinada por Alejandro Jodorowsky en 1975, pretendía involucrar a un número de personajes del cine y el arte de la época: la banda sonora la harían Peter Gabriel, Pink Floyd y Magma, además, la cinta contaría con las actuaciones de Orson Welles, Gloria Swanson, Geraldine Chaplin, David Carradine, Mick Jagger y Salvador Dalí en el rol del Emperador. Por hacer este papel, el último pedía un salario de cien mil dólares por hora, y Jodorowsky accedió a pagárselos con la idea de hacerlo rodar todas sus escenas en una hora. El arte conceptual para la cinta correría a cargo de Jodorowsky, Dalí, Jean Giraud y un pintor suizo poco conocido en aquel entonces llamado H.R. Giger. En la siguiente nota, publicada al interior del libro ARh+ (Taschen, 1996), el propio Giger habla sobre su experiencia con Dalí y Dune.

Dune
Me enteré de Dune a través de Bob Venosa, un pintor norteamericano del realismo fantástico que vive en Cadaqués y frecuentaba la casa de Salvador Dalí. Se trataba de un proyecto para hacer una película de ciencia ficción de 70 mm, en la cual Dalí, por cien mil dólares la hora, iba a hacer de protagonista (luego fue expulsado del proyecto debido a sus observaciones a favor del franquismo). Bob Venosa me llamó por teléfono para decirme que el director de cine Alexandro Jodorowsky —a quien Dalí le había mostrado mis catálogos— estaba interesado en mis trabajos. Entonces viajé a España, pero lamentablemente Jodorowsky ya se había marchado.
En cambio, Dalí se mostró muy cortés e interesado en mi trabajo y me presentó a su esposa, Gala, como una especialista en monstruos y “nightmares”, cuya apariencia externa no concordaba en lo absoluto con el mundo interior. Al respecto, Gala opinó que mi caso era diferente, yo llevaba sólo una máscara puesto que mi mundo pictórico encajaba perfectamente conmigo mismo y con mi personalidad interna. Acto seguido empezó a contarme de su vida. Renegaba de la maldad del mundo. De verdad, Gala fue una de las mujeres más impresionantes que he conocido en mi vida.
Volví a Suiza, y fue una tontería dejar en casa de Dalí a la que en aquel entonces era mi novia. Ella se convirtió en su modelo y, finalmente, intentó casarla con un hippie. Él quería celebrar en persona la boda y luego vigilar los consiguientes rituales. Yo había acabado de leer el Magus de John Fowles y las pruebas de fuerza del viejo mago me divirtieron mucho.
En diciembre de 1975 viajé a París por motivo de la inauguración de una exposición sobre el diablo, para la cual yo había diseñado el cartel. Aprovechando la oportunidad pasé por el estudio de Jodorowsky y dejé mi dirección en París. Jodorowsky me llamó, y en su estudio me mostró los trabajos previos de Dune. Había cuatro dibujantes de ciencia ficción encargados de diseñar naves espaciales, satélites y planetas. Muy amablemente, y sin avisarme, ya habían sacado de mi catálogo un par de dibujos, cuyas fotocopias ya andaban rodando por ahí. Jodorowsky me dijo que le gustaría que yo diseñara también. Podía tomar a mi cargo un planeta entero y diseñarlo a mi entero gusto. Basándose en mis esbozos construirían tres maquetas tridimensionales, en las cuales se sobrepondrían los actores. También tenía la posibilidad de diseñar los trajes y las máscaras.
Mi planeta estaba regido por las fuerzas del mal: se hacía magia negra, había libertad de agresión, orgías y otras perversiones estaban a la orden del día. En pocas palabras, me sentía en mi campo. Lo único que no podía haber eran escenas de sexo; yo debía planificar como si fuese una película infantil. Dijo que estaba cansado de que sus películas fuesen siempre prohibidas. Un equipo de treinta especialistas se encargarían de convertir en realidad mis ideas. Yo estaba totalmente entusiasmado.
Cuando hablamos de mis honorarios dijo: “you might be a genius, but we can’t pay you as a genius”. Cuando le pregunté cuánto ganaban los otros, respondió: “Voss recibe cuatro mil francos mensuales”. En realidad un honorario bastante modesto teniendo en cuenta que se trataba de uno de los ideólogos de un proyecto de veinte millones. Se pasó horas enteras explicándome las ventajas que tendría para mí, sería una buena propaganda, etc. Cuando nos separamos habíamos quedado en volver a hablar sobre mis honorarios, y me había dado el guión para que yo pudiera empezar inmediatamente a trabajar.
De vuelta en Suiza, me sorprendió muchísimo que un representante de Jodorowsky me dijera que tenía que diseñar una vista del castillo en cuestión y enviarla a París, para comprobar si se adecuaba a la película. La película fue realizada por David Lynch, sin mí.
Así se trata a Les Petits Suisses.


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