Colaboración especial de Alan E. Rejón
A inicios de este año aconteció en México el
llamado “gasolinazo”, un alza histórica en el precio de la gasolina, la cual
dio paso a una serie de protestas por toda la República que rápidamente se convirtieron
en actos violentos que conllevaron al cierres de calles, muertes, y saqueos a plazas
comerciales y tiendas departamentales.
La sociedad criticó de inmediato el hecho de que
la gente hurtara aparatos electrónicos y mercancía no indispensable para satisfacer
su necesidad de consumo, esto bajo el argumento de que robar es siempre
incorrecto sin importar el contexto en el que suceda.
¿Pero de dónde nace en realidad este argumento? ¿Por
qué la expropiación de productos pareciera ser la respuesta lógica ante la
situación social?
La educación católica y el sistema político del
país son la respuesta a la primera pregunta. La adicción del hombre a ser “un
buen ciudadano” o, mejor dicho, “una buena persona” dentro de los estándares
morales religiosos es la que nos obliga a ver el robo como un acto malvado que
siempre debe ser castigado, como un pecado.
Es posible que la segunda cuestión haya sido respondida en The Pervert's Guide to Ideology, de Slavoj Žižek, cuando aborda los disturbios de
2011 en Inglaterra, durante los cuales se vivió una situación similar a la de
México. Žižek adjudica estos actos de rapiña al hecho de que aquella sociedad
es regida por una ideología consumista y eso hace del hurto la única forma de
subversión existente. Es decir que el sistema económico rigente se
basa en el intercambio monetario por bienes o servicios, por lo tanto, la
obtención de estos mismos sin el pago necesario rompe por completo la
estructura establecida. Con esto plantea que la única forma de terminar con un
sistema es dentro de la misma ideología que lo sustenta, y que esta rebeldía
eventualmente, ante el hartazgo, se presenta obvia a cada persona que viva
dentro del sistema.
En palabras más sencillas, el simple hecho de
que un ciudadano se niegue a pagar por los bienes que obtiene pone en peligro
el sistema económico y por ende la estructura política de su país.
Como antes dije, esta respuesta no llega con el
raciocinio, siendo que se demostró con lo sucedido tras el “gasolinazo”, donde
los saqueos sucedieron de forma espontánea y se propagaron rápidamente por casi
todos los estados de la república.
Durante las protestas la ideología consumista e
individualista del país se impone, logrando que la gente comience a saquear
como respuesta al descontento mientras, al mismo tiempo, piensan en satisfacer
su necesidad de consumo.
“Robo porque me roban…
Ya chingamos tele, Conchita”.
Publicar un comentario