Las calaveritas o panteones son una de las más divertidas y auténticas expresiones relacionadas con el Día de Muertos, y aunque la popularidad que ha cobrado el Halloween en nuestro país los ha desplazado y amenaza con hacerlos desaparecer aún habemos quienes nos esforzamos en preservar esta manifestación poética netamente popular, por eso este año hemos decidido reproducir y preservar esta breve colección titulada El purgatorio artístico la cual fue publicada a comienzos del siglo XX por la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo y se vendía en las calles de la Ciudad de México por sólo cinco centavos —"el que quiera imponerse a estos esqueletos cinco centavos pagará completos"—. La impresión original iba acompañada de una decena de grabados de José Guadalupe Posada, tal como pueden apreciar en la imagen al final de este artículo, y se la puede encontrar en el acervo del Museo Nacional de Arte.
Cobijados están por un sudario
artesanos y artistas a millares,
y es seguro hallarás al que buscares
por orden singular de abecedario.
Agustinillo el albañil
Tú fuiste un buen albañil,
cargaste sobre tus hombros
los adobes, los escombros
con dificultades mil.
Pusiste el tejamanil
con una destreza rara,
cargaste con tu cuchara
al pasar a la otra vida,
y hoy tu cara es convertida
en calavera muy rara.
Carpintero de afición
Tú hiciste muchos primores,
como fueron malas puertas,
unas torcidas o tuertas
y otros malos mostradores.
Pero en fin, tus valedores
que te quisieron de veras
vienen todos con sus ceras
y muy piadosos a verte,
que estás por tu infausta suerte
entre tantas calaveras.
Encuadernador de fama
Una biblioteca entera
a un doctor encuadernaste,
y con él muy bien quedaste
con obra tan placentera.
Y tu fama por do quiera
con gran éxito brilló;
todo el mundo la admiró,
y en el libro de la muerte
por la desdichada suerte
tu calavera se vio.
Grabador inteligente
Tú serías bue grabador,
pero toda tu destreza
no te libró de que fueras
a la tumba de cabeza.
Sacude allí la pereza
y deja de ser lo que antes
que aburrirías a los marchantes,
y ahora en tu sepulcro labra
con buriles elegantes
en tu obsequio una palabra.
Barbero de barrio
Muchos prodigios hiciste
con el pelo y con la barba,
por eso no se te escarba
la loza en que sucumbiste.
Algunas cortadas diste
a la gente pasajera,
mas ahora por tu tontera
yaces dentro una mortaja,
con tijeras y navaja
para tuzar calaveras.
Dorador impertinente
A los hombres opulentos
más de mil cuadros doraste
y en todos muy bien quedaste
y ellos también muy contentos.
Pero tuviste momentos
de tal torpeza y manera,
que ninguno lo creyera
pues hoy tienes en tus manos
lo asquerosos gusanos
royendo tu calavera.
Fustero arrinconado
A un hombre muy caporal
famoso fuste le hiciste,
pues por tu suerte tuviste
una madera inmortal.
Así no quedaste mal;
mas al dar una carrera
en su yegua pajarera
un mortal golpe se dio,
por eso te acompañó
a ser cual tú, calavera.
Herrero sin fuerza
A ti no te irá tan mal
si estás en el purgatorio,
porque es muy cierto y notorio
que tu oficio es congenial.
En la caverna infernal,
no tendrás ningún trastorno,
revisarás en contorno
a todos tus parroquianos,
y así echarás con tus manos
las calaveras al horno.
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