Libros electrónicos

Esa extraña mezcla entre madera de árbol, tinta y jabón de recién duchado. Millones de moléculas glúcidas polisacáridas que forman capas de celulosa putrefacta al contacto con el aire y otros agentes externos, unidas al simulado paso del tiempo, por decirlo de un modo poco poético, explicaría el olor característico de los libros. Esa extraña mezcla que me hace odiar los e-books porque carecen de ella. Todo, últimamente, se reduce al mínimo espacio, encerrando los mundos en una cajita de dimensiones ridículas que viene muy bien para dejar libre y vacío todo lo demás. Así, lo que ayer eran estanterías repletas hoy se convierte en la mínima expresión, como las palabras.

Yo tengo muchos libros en casa, más de los que pueda llegar a leer, pero aunque ocupan gran parte del espacio del que yo llamo mi hogar, no son un adorno, sino que forman parte de él; sin ellos estaría incompleto y sería una casa cualquiera, no la mía. Me gusta olerlos mientras los leo y eso me hace pensar que en otra vida, de haberla vivido, debí ser un perro, pues conservo de ella el instinto de olfatear algo antes de tocarlo o a alguien para poder conocerlo antes de que me sea cordialmente presentado. Digamos que mi olfato es más de fiar que mi intuición o que mis otros cuatro sentidos.

Siempre me he preguntado a qué huele un e-book, con todos esos títulos concentrados y me lo imagino explotando y esparciendo vísceras de autores por todos lados. También siento curiosidad por saber con qué ocupan tanto espacio que le han quitado a los libros esas personas que presumen de mantener su casa ordenada y libre de polvo porque tienen todo guardado en dispositivos electrónicos. ¿Qué habrán puesto en su lugar? ¿Nada? Y lo que es peor, ¿qué olerán si no pueden abrir un libro para olfatearlo? ¿Pedos?

Sí, a mí no sólo me gusta leer. También aprovecho mientras leo para esnifar una buena dosis de ese aroma entre madera de árbol, tinta y jabón de recién duchado. De hidratos de carbono corrompidos por el simulado paso del tiempo y por la contaminación. A mí me gusta leer bien, no a medias. Oler las palabras. Yo conservo mi instinto animal. Los e-books, para los humanos de este siglo, que acostumbran a comunicarse con emoticonos y parece que les va bien. Se entienden entre ellos.

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