Un día a Derrida le preguntaron qué era el amor y el bato se rehusó a responder. Sus razones tendría. Lo cierto es que Derrida tenía razón al no responder a semejante necedad. El amor como no venga de Dios, no es amor ni nada. Y me pregunto el motivo por el que pareciera que ahora se quiere enfatizar siempre, en todo, como si existiera, como si la gente lo conociera en verdad.
Hace varios años vi una película mexicana, una especie de antología literaria vuelta metraje. Los guiones los había tallereado Vicente Leñero y, como cabría esperar, si en aquel entonces tenías la lana para entrar a un taller con ese nefasto personaje, sin duda también la tendrías para financiarte tu película, venga como suelen hacer todos los colectivos literarios liderados por un tallerista más o menos bien parado en el mundillo de las letras. El caso es que esa película, con todo lo malo que se le pueda achacar, me resultó genial y tenía un título de pelos: Sexo, amor y otras perversiones.
Un pagano con el que me juntaba por aquellos tiempos la vio conmigo. Él la aborreció y odió sobre todo el título, aduciendo que rebajaba al amor al estatus de una perversión, es decir, de algo abyecto, despreciable, que merecía censura, y, pues, le parecía que había sido un trabajo pobre. Con todo lo malo que pudiera tener, a mí me había fascinado especialmente eso: que mandaba a tomar por saco ese amor mierdero que no existe, que es inalcanzable, que solamente sale en películas de Disney y en novelitas de escasa calidad literaria que mojan bragas, por lo cursi, quiero decir, pero nada más.
Ahora parece que el amor toma nuevos bríos, lo vemos en todos lados. En el abominable Facebook, ya no solamente le das “me gusta” a las mamadas de tus amigos, sino que puedes ponerles un corazoncito para indicar que te “encantan”. En Twitter desde hace buen rato ya no hay estrellas de favoritismo, sino corazoncitos de gusto (¡achingá! ¿Y si lo que me gusta no necesariamente es algo que amo con todo mi ser?). Todos los conflictos en el cine y la televisión tienen que forzar una línea argumental amorosa. Políticos como AMLO se han volcado de lleno en el amor y hasta la religión ha preferido explotar la parte del amor divino, en detrimento de su rigurosa justicia u otras lindezas teológicas igualmente válidas. El caso es que parecemos infestados nuevamente por versiones del amor que cabría cuestionar si realmente existen o son mera mercadotecnia.
Apunto todo lo anterior porque me acaban de romper el corazón, pero no ha sido, como seguramente piensan, en una relación con otro ser humano. Me han roto el corazón porque ha pocas semanas de cambiarme de oficina y apostarme en una nueva casa de la cultura, hoy me han dicho que ya no, que regrese, que valieron madre mis esfuerzos de estos días por convertir ese sitio en una verdadera cuna de cultura y de saber. Todo se fue a la mierda, mis tarjetas de presentación, el logotipo que diseñé, la propaganda para los talleres, todo… Me rompe el corazón, me siento desamorado, me frustra, me enoja…
Algún día tal vez cuente bien cómo está la cosa, por mientras solamente creo que esperaré a que la lluvia calme mi dolor. Subyace a esto una amenaza, que no debería existir puesto que en teoría había alguien que protegía mis intereses contra semejante práctica. Pero a la postre, ya voy sospechando y sintiendo que nada va a durar, que tal vez deba esforzarme en lo que de origen me interesaba y mandar todo lo aledaño a tomar por el culo.
Ansí las cosas, chavalada. Ansí las cosas.
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Por Tuzo Pillo Hora 00:00 0
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