No es un fenómeno tan reciente, porque la serie no es reciente, pero los últimos meses se ha venido una avalancha especialmente notoria de adoración por Juego de tronos (y el español es a propósito).
De siempre, parece ser que desque apareció en la pantalla HD, esta peculiar serie televisiva que es a la vez libresca ha tenido unos fanáticos en toda la extensión peyorativa de la palabra, esto es, prosélitos incapaces de criticar o cuestionar el sistema al que se adhieren, que conforme avanzan las temporadas se vuelven más y más insoportables.
Pareciera que llegó esta ficción para quedarse y fungir de sucedáneo de los eventos deportivos en el mundo de los nerdos, geeks y otra suerte de escorias sociales dadas a la supuesta cultura del intelecto, la presunta racionalidad exacerbada y el gozo de falaces placeres cerebrales. Parecidos, en mucho, a los otakus pero no necesariamente de inspiración dzique nipona, estos afectos al drama estilo Televisa con forraje pretendidamente medieval (obviamente, “Medioevo” según HBO, es decir, fantasía con tintes de arcaico nada más) cada vez más ponen en alto que quien entable una relación con ellos debe por fuerza someterse al mismo idiótico placer.
Pudiera ser, lo cual no resulta disparatado, que la constante marginación social de la que proverbialmente han sido objeto estos individuos venga a revertirse ahora que lo que les gusta es protagónico en el mundo de la cultura popular, sin embargo no deja de parecerme censurable que sea este colectivo, el presuntamente más racional entre cuantas denigrantes subespecies pueblan el mapa social identitario de hoy, enarbole un criterio tan pobre para elegir a la gente con la que quisieran convivir.
Cada vez más lejos quedan esos días en que la diversidad por sí misma era interesante y valiosa y había que protegerla.
Hoy, cualquier cosa que sea genuinamente diversa está condenada a la censura, la exclusión, el insulto y algo poco peor que el margen: la extinción. Los colectivos ya no actúan en función de la capacidad social que los caracterizaba antaño, sino que se han volcado a crear una necesidad de uniformar desde lo más profundo de la esencia del ser.
A mí no me gusta Juego de tronos, pero no recomiendo no verla. Por el contrario, hay que verla para aborrecerla con fundamento, como yo hice y por eso me aparté. Pero me aparté del producto, no necesariamente de los individuos que lo consumen. Quien lo disfrute, tendrá sus razones, y a fe que será mucho más sabrosa una conversación entre esa persona y yo, porque habrá tema. Viendo siempre lo mismo, nos quedaremos en el mutismo del intelecto, que es el más peligroso a mi parecer.
Hay que irse noramala a fanatizarse con las series, que no son sino mero reflejo de los tiempos que vivimos: la tiranía de la masa y el mal gobierno del mercado. Hay que fomentar el consumo de lo que nos gusta, aunque esto implique lo mismo libracos de aeropuerto que literatura genuina. Hay también que zamparse muchas cosas, si lo que buscamos es, a la postre, un poquito de por favor. Por mi cuenta, audiencia cara, te invito a no ser fanático sino prosélito, nada más.
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Qué si no le gusta ”Juego de tronos”
Por Tuzo Pillo Hora 00:00 0
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