España no solamente es cuna de la reina de las lenguas, de la máxima y más perfecta poesía, de la novela que hoy es género hegemónico en el mundo y de la civilización toda, sino que además es el centro del mejor cine que haya podido gestar el humano entendimiento, y esta entrada, ahora que hay tanta euforia por la mierda ésa de estar guars, avényers, écsmen Apocalipsis y otras tales, tiene por propósito y objeto comentar algunos puntos al respecto.
Ya entrados en materia, más que puntos convendría explicar que se trata de filmes específicos que demuestran la maestría de los directores de la Madre Patria, aunque todo en ella es dulce, todo en ella es suave y me arriesgo, bien lo comprendo, a cometer más ultraje que halago con esta si sincera, reducida lista que apenas servirá para ilustrar lo que aquí señalo, como si falta hiciese porque es verdad al universo notoria.
Parece prudente, primero, declarar que me han movido a componer esto que, caro lector, cara lectora, vas leyendo dos sucesos acaecidos el mismo día y asaz fortuitos como lo es escuchar una emisora de radio específica a una hora determinada, mientras se aguarda a la madre que ha salido a hacer compras diversas, o como reposar con la familia una cena mientras se disfruta de una película cualquiera. En fin, habrá que aclarar que esa emisora de radio no es otra que, por supuesto, Radio Mil, y que la hora específica son las 16:15 horas, cuando en un programa que ahora viene poco al caso comentar estaban entrevistando a una presunta licenciada en ciencias de la comunicación ─¡ya mal pintaba la cosa!─ que se decía Claudia Ojesto y que, haciendo gala de la más extrema ignorancia y anglofilia ─que a la postre son la misma y aberrante falta─ dentro de sus disparatadas y execrables alabanzas a la despreciable compilación de sandeces que nosotros primero vinimos a conocer como La guerra de las galaxias y que poco a poco se fue volcando a su no menos deleznable nombre en anglo, llegó a tal punto de descomedido atrevimiento que osó comparar tan mal ideada historia, tan acartonada trama, tan lamentable aglutinación de desquiciadas bobadas con la excelentísima poesía épica y, no conforme con semejante desfachatez, vino a rematar colocándola por sobre la Ilíada, con lo que vine yo a tomar mucho disgusto y aún deseo de hacerle pagar con creces semejante bellaquería, vicio y pecado contra todo sano y hispano parecer.
Plugo al cielo, sin embargo, que tras haber cenado con la familia, al encender el televisor ocurrió que daban nada menos que Dieta mediterránea, drama excelso como pocos y emotivo como solamente en la gloriosa Iberia se han podido gestar las más sagradas composiciones de todo tipo de arte. Y conmovió mi corazón de tal suerte esta cinta exquisita que me decidí, apenas vista, a encomiar la magistral narrativa, la viva actuación y el cauteloso guion que la compusieron, como si el propio Duque de Rivas hubiese resucitado para solo confeccionarla para pasmo del ingenio y admiración del orbe.
Precisamente por tratarse del filme que inspiró esta serie, aunque he de confesar que no es la primera de las cintas que colocase yo en la cima del Parnaso, es que deseo tratarle como tema inaugural. Huelga decir, para quienes prefieren descubrir por cuenta propia los gozos de la narrativa cinematográfica por mérito propio y sin ayudas, que de continuar leyendo se desvelarán sin lujo de advertencia claves del argumento que resultan esenciales para mantener el suspense, acuciar los humores pasionales y, en suma, comprender las argucias estructurales de la obra aquí tratada, por lo que quien fuere tan valiente como para continuar leyendo sin haber visto la película dese por aconsejado y váyase norabuena a conseguirla y disfrutarla, que de toda responsabilidad resultante de omitir esta sabia prevención me deslindo y así sea.
El título, por sí solo, ya declara que el argumento, de una u otra manera, ha de centrarse en la gastronomía. No son infrecuentes las películas de asunto alimenticio y alimentario, no obstante, aquí se nos presenta una suculenta combinación de sazones que entremezclan los deleites de la buena mesa con los placeres de la carne, que bien mirado son todo la misma cosa.
La narración, una suerte de relato omnisciente ex útero matris, al uso de las antiguas fábulas del Medioevo, corre a cargo de una protagonista invisible que cuenta su origen desde el origen mismo. Lunes, hija de Sofía y Toni, antes de nacer nos hace partícipes de las peripecias que desembocarán en su nacimiento, pero me adelanto y simplifico. Por partes vale la pena abordar esta obra maestra.
Como el menú más tradicional a la hora de tomar los sagrados alimentos, esto es, como la comida de tres tiempos, tres son los personajes sobre los que se centra la construcción de este relato. La primera es Sofía, médula de la tríada y principal motor de la historia; es hija de un matrimonio restaurantero de un pueblo en la costa del Mediterráneo en España, desde pequeña —y es que hasta el día de su nacimiento nos ha de remitir su hija— ha demostrado ser moza despierta y traviesa, dada a las empresas hombrunas, ávida de descollar y, por extraña que resulte al principio, formidable divinidad culinaria. Si bien es cierto que sus primeros platos resultan al oído poco apetitosos, lo importante no es la realidad gastronómica sino la metáfora de su capacidad para combinar elementos de lo más dispares y dar como resultado un banquete que domeña al más exigente de los paladares. Su genio en la cocina se nos presenta primero cuando de pequeña hace emparedados de sardina con chocolate, por ejemplo, para luego transformarse en la mejor chef del mundo, reconocida por los más prestigiosos talentos gastronómicos del planeta. Pero de nuevo me adelanto.
Junto a Sofía están Toni y Frank, el primero es hijo del barbero del pueblo, ya contaba algunos años el mozalbete cuando nació Sofía; el padre, como buen barbero ibérico, hizo de partero cuando venía al mundo tan peculiar encanto y ahí fue la primera vez que el par se conoció. Acostumbrado a la vida de trabajo y rectitud, Toni es una imagen del hombre de a pie que vive día a día, se gana el pan con el sudor de su frente y llegada la santa hora del sueño reposa en paz la cabeza sobre una, si a veces dura, siempre bendita almohada de honradez. Metáfora de la dulzura, pero también de lo amargo, Toni, andando el tiempo, se convertirá en el marido de Sofía, además de uno de los principales ingredientes del plato en que se transformará su vida.
Del otro lado está Frank. Hijastro de un oficial militar venido a menos, Frank es rebelde, aguerrido, insolente, la contraparte de Toni, en efecto, pero también el espejo masculino de Sofía, con ella comparte ambiciones e inquietudes, así como el deseo de abandonar el pequeño pueblo costero español en busca de algo más grande: el mundo. Gracias a Frank, Sofía se decidirá a cultivar sus talentos culinarios y habrá de llevarlos hasta el extremo de la perfección. Frank es la sal y el picante, lo necesario para realzar el sabor que Sofía y Toni cogen cuando están juntos.
Está claro, hasta el momento, que aquí hay, además de todo, un triángulo amoroso, pero más allá de las combinaciones tópicas de maridos cornudos, amantes avezados, doncellas malmaridadas, se nos ofrece una vista del poliamor que en lugar de condenar la promiscuidad consciente, lo que hace es equipararla con el agasajo de la multiplicidad de sabores en una mesa. Sin duda, una premisa arriesgada para las conservadoras sociedades latinas, pero más todavía, una visión relajada de lo que implica ser adulto y ser capaz de elegir lo que uno se quiere meter a la boca… o llevar a la cama.
Además del asunto poliamoroso, la película explora la bisexualidad masculina, algo que poco se ve en el cine comercial. Interesante premisa que Frank y Toni, de ser rivales por el amor de Sofía, se conviertan en amantes que más se quieren mutuamente cuanto más la aman a ella.
Renuncio a prolongar mucho más lo que pueda decir sobre el filme, puesto que vale la pena experimentarlo en carne propia, esto es, por una parte verlo y por otra organizar un trío y prepararles la merienda. Lo que puedo decir es que representa una narrativa inteligente, bien cuidada y capaz de emocionar al público, algo que es cada vez más raro en la industria cinematográfica contemporánea. Los actores hacen un papel excelente —y de hecho, es de notar que Paco León, un consagrado comediante del absurdo, aquí es capaz de hacer un papel serio y hacerlo que es gloria verle—, aunque los pretextos argumentales, hay que reconocer, a veces no son suficientemente sólidos. El desenlace no encanta y quiero atribuirlo más al cansancio del equipo de guionistas, que a la cabeza ha tenido al propio director, Joaquín Oristrell, que a la incompetencia porque es clara la maestría narrativa de los involucrados en el magnífico desarrollo, tan valioso que por solo él merece la pena explorar la cinta.
Lo que hay que conceder también es que la temática del poliamor y la bisexualidad, a quien ya no le impresionen los tan cacareados conflictos de la sexualidad humana le parecerán de entrada un intento escandaloso por llamar la atención, no obstante, más allá de la pretensión de romper los moldes morales, se trata de una apuesta por la libertad, por la autoconciencia y el eudemonismo más cínicamente puro. Aquí dejo el tráiler, cara audiencia, para quien se le quiera montar.
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Bondades del cine ibérico ★ A buen ver, mejor comer
Por Tuzo Pillo Hora 00:00 0
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