Apología de los autores que no vendemos

Al leer las entrevistas de Georges Charbonnier con Jorge Luis Borges, recopiladas por Siglo Veintiuno, encontré un pasaje harto singular en el que el argentino comenta Historia universal de la infamia (1935) y hace una breve pero muy interesante reflexión en torno a las ventas del que fuera su libro debut y los llamados best-sellers. Me tomo el atrevimiento de reproducirla en este espacio no sin antes sentenciar: sirvan este par de párrafos como consuelo a quienes no vendemos muchos libros...

[...] El primero, Historia universal de la infamia, se vendió. Primero un ejemplar, después dos, después tres. En un año se habían vendido exactamente 37 ejemplares. Cuando me lo dijeron tuve una impresión de multitud: si se vende un libro de 10,000 ejemplares, es la abstracción –volvamos siempre a las circunstancias–, es como si no se hubiera vendido ningún ejemplar. Mientras que 37 personas podemos imaginárnoslas; 37 compradores son hombres o mujeres que viven en calles distintas, que tienen distinta cabeza, distinto pasado... ¡quería conocerlos, agradecerles personalmente! Vender 5,000 ejemplares es tan enorme que casi es la nada.

Así, pues, en un año se vendieron 37 ejemplares. Y yo me sentía muy contento. En ese tiempo un escritor no soñaba con vender sus libros. Todo libro era un poco secreto. Quizá esto fuera bueno para la literatura. Todo lo que iba a prostituirla al público, los best-sellers, todo eso vino después. En mi época no podíamos prostituirnos: no había quien comprara nuestra prostitución. ¡Y era mejor! Se escribía para un pequeño cenáculo, para algunos amigos y para uno mismo. Quizá fuera mejor para la literatura.


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