Provocamos un fuego. Con tus manos y mi cintura. Quemamos hectáreas de este bosque que debió arder mucho antes, fuimos durante horas y días la única llama encendida en este lugar gris, pero la cenizas, esas se quedaron más tiempo, aún calientes. Y se quedarán hasta que todo se consuma y sea olvidado por el tiempo. El viento que intentó apagarnos tuvo que silenciarse y pasar como el que va de puntillas por la madrugada intentando no hacer ruido. Porque cuanto más soplaba más crecía la llama. Y se rindió. Como se rindieron las hojas sin resistirse a penas un poco. Creían que el fuego era su destrucción. Pero solo estábamos cediendo un poco de calor para el invierno. Quedaron cenizas calientes hasta en la última esquina del lugar. De nada.
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