Antes de ser Sor Juana…


2016 es el año elegido por las divinidades parnasianas para traer desde las cumbres del apolíneo monte a la Décima Musa.

De reciente estreno —apenas el 26 de marzo de este año ha comenzado a transmitirse— una de las producciones más ambiciosas de Canal Once viene a poblar la morada televisiva los sábados a las 21:30 h. y, en modalidad “repetición”, los martes a las 22:00 h.: Juana Inés.

Como es fácil adivinar por el título, se trata de una serie inspirada en la vida de la célebre jerónima novohispana y, como toda producción dirigida al gran público, se complace en coquetear con la ficcionalización y el drama, tan necesarios para que el gusto del vulgo no se vea muy afectado y, a la postre, algo de provecho saque de honesto entretenimiento.

Patricia Arriaga, productora ejecutiva y directora de Juana Inés. Fotografía obtenida del Boletín No. 76 de Canal Once del 4 de noviembre de 2015

Aunque se trata de un esfuerzo muy loable —y notorio, por cierto—, no obstante, pesa que el barullo que ha provocado no haya sido del todo excepcional. Ahora que se cumplen trescientos veintiún años de la muerte del Fénix de México, y luego de que se estrenara tan cerca del mes de abril, uno pensaría que esta serie merece más fanfarria y fiesta, a lo barroco, con arco triunfal y todo, para celebrar a una de las mayores figuras literarias de México y el mundo hispano.

Sin embargo, en un país donde la ignorancia, la incultura y el analfabetismo voluntario campan a sus anchas; donde la gente cree que Shakespeare fue un conspicuo talento y el promedio de lectura anual es, a lo mucho, de 4.4 libros, según los últimos datos del CANIEM, tampoco sorprende que esta magnífica producción esté pasando como de noche. Muy mal por los mexicanos que quieren que su cultura e identidad se respete en todos lados, pero ellos mismos no ponen el ejemplo. Muy mal también por quienes se dedican a la literatura profesionalmente y dejan pasar esta joya por irse a hacerle caravanas al impresentable “bardo” anglo que también festeja aniversario luctuoso en abril y con inmerecido boato.

Pero esta entrada no busca enfatizar los males sino los bienes y es por esto que lo primero que seriamente hay que decir alrededor de Juana Inés es que se trata de una serie fundada en una sólida investigación histórico-literaria. No quisiera remitirme al cuidado en los detalles visuales, que saltan a la vista y son los más obvios, sino precisamente a esos que le hubieran interesado más a aquella en quien se inspira la serie: los intelectuales. Como buena producción del Once, no se quedan a disgusto con ella ni el erudito ni el lego, puesto que constantemente aparecen poemas y fragmentos literarios de la ingente escritura sorjuanesca, esto, aunado a juegos y guiños que se hacen con la literatura áurea, crea un ambiente de comodidad y admiración para uno y para otro.

No hace falta sino ver el primer capítulo, “Miradme al menos”, para comprender lo que aquí se dice. En el dicho, cuyo título ya hace una gran concesión a los textos novohispanos, Arantza Ruiz, la joven Juana Inés, recita el soneto “Inés, cuando te riñen por bellaca”, y segundos más adelante, la loa bilingüe, o casi, “Cenca huel nipinauhtíhuitz” (que según las normas actuales de la Secretaría de Educación Pública, ya debe escribirse “Senka uel nipinautiuits” y que fue bautizada “Loa de la infancia”, según comenta Enrique Flores del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM), graciosísmo romance que, dicen los que saben, compuso la monja a los ocho años de edad en la hacienda de Panoayan con motivo de una, entonces común, representación de la Fiesta de Corpus Christi.

Proceso de filmación. A la izquierda Juana Inés (Arantza Ruiz), al centro el padre Núñez (Hernán del Riego), a la derecha la Virreina Leonor Carreto de Toledo (Lisa Owen). Fotografía obtenida del Boletín No. 76 de Canal Once del 4 de noviembre de 2015

En los capítulos subsecuentes no solamente aparecen más poemas, sino que también se van desvelando los caracteres de los personajes. Juana Inés es encantadora, pero las más veces, rebelde e insolente, razón por la que se mete en líos con más frecuencia de lo que su natural inclinación al conocimiento le debería deparar. Por otra parte, tenemos a la Virreina Leonor, mujer ávida de atención que, ante las infidelidades de su marido y el papel secundario a que la estructura imperial relega a la mujer, encuentra en la compañía de Juana Inés un alivio y algo más. También está el ilustrísimo inquisidor general don Antonio Núñez de Miranda, a quien le han reservado, hasta el momento, el papel de principal antagonista de la serie; hombre altivo y fanático implacable que no cejará hasta domeñar las hombrunas desviaciones de la joven Juana. Aparecen también otros personajes conspicuos como Fray Payo Enríquez de Rivera o Carlos de Sigüenza y Góngora. Aunque en algunos casos la verdad histórica es inalcanzable, la ficcionalización no peca de excesos y, en realidad, muestra una mesurada y muy grata imagen de la Nueva España de finales del XVII. El elenco es muy bueno, pero algunas veces, y esto es necesario apuntarlo, parece que estamos viendo a mexicanos del siglo XXI y no a novohispanos y españoles de la época más brillante de nuestra historia.

Otro acierto es la inclusión de las castas. Aunque no es muy frecuente, se llegan a escuchar diálogos en lengua nahua y a referir ciertos aspectos de la estratificación social, por ejemplo, en “Lágrimas negras de mi pluma”, una buena india alimenta a escondidas a Sor Juana, castigada por su insolencia con un ayuno inusual, mientras que en el capítulo previo, “Para el alma no hay encierro”, el padre Núñez comenta su imposibilidad de ascender al gobierno virreinal por su condición de criollo. Sin duda este elemento, que se ha dejado de lado en otras superproducciones que ubican sus historias en la misma época, como Las aventuras del capitán Alatriste, aquí viene a completar de manera magistral el cuadro que se pinta ante nuestros ojos.

Muchos otros y muy valiosos detalles se han cuidado, tantos que la brevedad de esta humilde entrada no alcanzará a abordarlos todos. No obstante, quisiera contar como otro acierto un factor que, de nuevo, probablemente habría llamado más la atención de Sor Juana que los capítulos en sí mismos: el sitio web de la serie. La mayoría de los programas que se producen y transmiten en territorio nacional carecen de un buen soporte en la red, quizá porque tradicionalmente se ha considerado que la población mexicana no tiene acceso a las nuevas tecnologías, y aunque todavía hay grandes sectores de la población que en efecto no las pueden alcanzar aún, este paradigma está cambiando con vertiginosa velocidad. El sitio de Juana Inés es alucinante, muy amigable y contiene cuanta minucia a uno se le antoje para conocer a profundidad la serie. No quiero dejar de mencionar el apartado de curiosidades, donde muchas fascinantes capsulillas están ahí dispuestas para entretenimiento y edificación de quien las quiera leer. Para que no gasten vuestras mercedes tiempo ni energías googleando, aquí les dejo la liga.

El equipo de talento artístico que hace posible Juana Inés. Fotografía obtenida del Boletín No. 76 de Canal Once del 4 de noviembre de 2015

Aunque ignoro, porque no se ha dicho, qué duración tendrá esta serie, lo cierto es que mientras logre llegar hasta el final de los días de la célebre jerónima, sus aficionados estaremos en paz y contentos. Merece la pena posponer los planes del sábado por la noche una hora nada más y disfrutar de este gran trabajo. Aquí solamente hemos venido a comentar los aspectos que a nuestro juicio resultan más dignos de notarse, pero una joya como ésta no debe valuarse de oídas, por lo que quiero aprovechar para invitar a nuestra cara audiencia a sintonizar el Canal Once y juzgar por vuestras mercedes mismas.

Vale.

Juana Inés (Arantza Ruiz) escribiendo. Fotografía obtenida del Boletín No. 76 de Canal Once del 4 de noviembre de 2015

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