La soledad no le va
muy bien. Le da por pensar en todas esas cosas que siempre intenta evitar, pero
hoy, con la lluvia no le viene en gana
profundizar, ni cuestionarse sobre ser, o no ser, o ser a medias o ser lo que es o lo que se elige ser. Ha elegido antes y es feliz con eso. Hay gente
que no tiene miedo, Ella.
Ha sabido elegir lo
que le piden sus vertebras, más allá de la incertidumbre, de las venerables
creencias de la gente, de la propia duda que le arañó la garganta durante tanto
tiempo. Esta es la prerrogativa de la vida que eligió, de esos embrujos
corporales que vive con una suerte de reflejo de amar lo mismo que se es.
Y allí está, su
espejo. Lo que son, sin querer ser algo más, sin necesidades creadas o
absurdas. Espejo, donde todo está siempre en el mismo lugar. Las formas de su
vientre, las curvas traviesas que se le escapan entre la piel, que se desbordan
y pueden dibujarse con las manos, el mismo entendimiento tomando forma de
mujer. Eso disfrutaban en el juego del espejo, recorrerse el cuerpo y no ver
absolutamente nada ajeno, lugar común. Entonces tenían una posibilidad
engendrada en libertad: usar el cuerpo de formas que nadie puede imaginar.
Y así comienza la
danza, su ritual. Ritual de carne y de huesos, de salivas y brebajes
corporales, hirvientes, poderosos, oníricos. No hay peligros ancestrales ni
rituales de fecundación, los amores entre espejos tienen otra denominación. Y
entonces se bailan los ritmos prohibidos, egocéntricos, desagradecidos,
egoístas. Igualdad.
Sus cuerpos son
serpientes de cristal que comparten los mismos venenos, esos que no tienen
nombre porque nadie sabe cómo llamarlos. Enredo desafiante que invita a la
creatividad y en donde bailan los espejos, a ese ritmo erótico que ha logrado
apagar la lluvia y los pensamientos sobre ser.
Volvamos a la
estructura.
La soledad no le va
muy bien. Le da por pensar en todas esas cosas que siempre intenta evitar, pero
hoy, con la danza de los espejos se ha logrado calmar su cabeza. Y está allí,
en ese mismo cuarto enamorado de sus propios reflejos, jugando a ser el
escenario de la danza de los espejos, tejida de lenguas y tejida de ojos, tejida
de la pequeña y quieta travesura de jugar con su amiguita a ser las serpientes
que envenenan sus cuerpos.
Libertad.
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