Un apunte desordenado, para las noches que se nublan.
¿Quién le iba a enseñar a ser hombre? El pobre Jonás había crecido en la soledad de una casa llena de gente. Llena de gente y falta de padre, o mejor debería decir "escasa" porque las presencias aleatorias de muchas formas son una falta. El tipo siempre había estado allí, haciendo sombra y haciendo ruido, arrancando la comida de la boca de sus hijos; comida que nunca llevó y que siempre exigió, como las aves de rapiña, cuervo.
Fue alguna vez un borracho decrépito que lo dejaba todo a la deriva, engendro busca tesoros que siempre esperó hacer el negocio de su vida, sin trabajar, sin luchar, como los hombres que cuentan en las historias. Mentiroso, embustero, ignorante.
Jonás siempre estaba a punto de romperse, la vida podía enseñarle cosas que él no estaba dispuesto a aprender, cosas que están allí para todos y de las que nadie comprende su falta hasta que se ha ido todo al carajo: cuando ya es muy tarde, cuando el tiempo nos aplasta.
Y así creció, de pobre niño a pobre hombre. ¿Quién iba a enseñarle a tratar a una mujer? Si el propio engendro ignoraba cómo ser agradecido con la mujer que le había entregado su vida entera y hasta más. ¿Quién iba enseñarle el valor del trabajo? Si siempre era tan fácil mandarlo todo al demonio por no dejarse mandar, por no tener humildad y creerse la mentira de no tener la necesidad. Basura.
¿Quién iba a enseñarle a pelear por las cosas que se aman? Si ni siquiera sabe que las ama y aunque lo haga, es incapaz de hacerlo saber o sentir.
¿Quién le iba a enseñar a arriesgarse? Si siempre se ha vivido bajo la sombra del “qué será”, del “voy a ser grande y a ser el mejor” sin esfuerzo, sin determinación, sin voluntad.
¿Quién le enseña a ser hombre a un hombre?
¿Quién?
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