Redline fue un videojuego para PC desarrollado por Beyond Games y distribuido por Accolade en 1999. Puesto que fue un título que apostó a la combinación de FPS con juego de carreras, podríamos considerarlo una suerte de engendro entre Doom y Grand Theft Auto, acaso un pariente lejano. A diferencia de aquellos dos, Redline no fue un juego ni muy conocido ni muy exitoso; yo conseguí la demo en una de aquellas revistas de computación que incluían discos con muestras de software y la jugué en un par de ocasiones solamente, pues apenas se nos permitía explorar una fracción del primer nivel. El gameplay, la verdad, no era muy memorable que digamos, pero si hubo algo que Redline me dejó grabado durante años fue su historia: la acción estaba situada en un mundo post-apocalíptico en el que pandillas de mutantes luchaban una con otra a bordo de autos modificados, más o menos como en Mad Max, y en uno de los apartados del instructivo se nos proporcionaba un relato previo a los acontecimientos del juego, el cual era irrelevante para la acción pero nos sumergía en un mundo que, por desgracia, los desarrolladores no explotaron lo suficiente. Me parecía un fascinante cuento de ciencia ficción que incluso elaboraba sobre las teorías de Wilhelm Reich y Nikola Tesla y amaba leerlo, pero conforme la era del CD fue llegando a su fin no solamente perdí el disco, sino las herramientas con las que podría haberlo consultado nuevamente.
Hace unos años me vino de vuelta a la mente la historia de Redline y se me ocurrió que podría encontrarla en algún sitio de Internet. Mi búsqueda fue infructífera: la información sobre el juego era escasa y nadie tuvo la perspicacia de preservar el relato para la posteridad. Probablemente porque, al encontrarse solamente en el instructivo, casi nadie lo leyó. El único rastro puede encontrarse en Wikipedia, que guarda una versión incompleta. Sin embargo, hace poco, mientras escombraba los cajones de mi escritorio, hallé un fichero lleno de papeles de la preparatoria. Allí, entre apuntes y dibujitos, encontré impresa la historia de Redline, pues alguna vez la utilicé para una tarea de la clase de inglés. El pasado se hizo presente. Y puesto que todos esto años después le he cogido el gusto a la traducción y preservación de textos elusivos como éste, me tomo la libertad de compartir el relato con todo el ciberespacio. Por desgracia, desconozco a quién deba dar crédito por el texto original.
12.
La historia
La gente que puede darse el lujo de
contemplar el pasado llama a la primera década del siglo XXI “la Era Dorada de
la Tecnología”. Han transcurrido solamente cincuenta años desde la conclusión
de aquella década y las cosas han comenzado a desenmarañarse, sin embargo,
nadie queda que recuerde aquellos tiempos. Nadie en las afueras cuando menos.
La gente en el Interior vive mucho tiempo, he escuchado, y los miembros de mi
pandilla cuentan historias sobre cómo los del Interior miraron el mundo caerse a
pedazos como si fuera algún espectáculo de fuegos artificiales. Supongo que me
estoy adelantando, pero me gusta imaginar cómo debió ser la vida en aquella
primera década. Los chinos solían tener un dicho: “Hay gran desorden bajo el
cielo y la situación es excelente”. Imagino que debió serlo un poco.
Allá
por los años 50, un tipo llamado Reich dijo a todos que había descubierto una
ilimitada fuente de energía; quizá incluso la fuente de la vida misma. La
llamaba orgón y construyó estas curiosas cajas que bautizó “acumuladores de
orgón”. Algunas personas las compraron y afirmaron que podían curar
enfermedades y hacerles pensar más claro, pero la mayor parte de la población
creyó que se trataba de un engaño. Los científicos ni siquiera las mirarían
porque Reich era un psicólogo, pero él siguió adelante y vendió muchas de esas
cajas de todas maneras. En aquel entonces nadie entendió lo que sucedió después, pero de pronto Reich fue puesto en prisión y se llevaron a cabo
quemas públicas de sus libros por todo el país. En algún punto a finales del siglo la gente descubrió por qué.
Las
cajas funcionaban. Cualquiera podía construir un acumulador de orgón y pronto
aparecieron motores impulsados por ellos, aunque la fuente de la energía del orgón
era todavía un misterio. La gente fabricó con ellos generadores, automóviles,
calefactores, sistemas de aire acondicionado… Lo que se te ocurra. Energía
gratuita. Para cuando los mayores gobiernos del mundo y los consorcios de
combustibles fósiles que los controlaban se percataron de la seriedad del
problema, el gato estaba fuera de la bolsa. Muchos de ellos ni siquiera se
resistieron a entregar las riendas de la energía y, más allá de algunas
escaramuzas en el Medio Oriente y los Disturbios de Houston, se llevó a cabo
una revolución sin sangre. La gente aprendió que el orgón y otras fuentes
alternativas de energía se habían ocultado deliberadamente durante años y que
los del Interior, como llegaron a ser conocidas las corporaciones y sus
gobiernos marioneta, también habían retrasado el desarrollo de tecnología
ambiental que pudo reducir dramáticamente el impacto de la humanidad en la
devastada biósfera de la Tierra. La retórica de los emergentes líderes
mundiales capitalizó en el disgusto de la gente y se precipitó hacia la
reparación ambiental. Algunos de sus planes resultaban un tanto extraños, pero
eran tan optimistas, estaban tan seguros de que conducían a la humanidad de
vuelta al Edén, que nadie los cuestionó realmente. Después de todo, no hay nada de malo en limpiar el planeta.
La
revolución comenzada con los acumuladores de Reich y el descubrimiento de que
muchos avances como aquél pudieron haber sido aplastados por los del Interior, llevó a la gente a repasar los libros de historia para exhumar las teorías de
todo aquel científico excéntrico y descartado del siglo pasado. Mucho de lo que
se encontró fueron inofensivas fantasías, pero se halló también algo de valiosa
tecnología suprimida. Las teorías del inventor del siglo XIX Nikola Tesla
ganaron tremenda notoriedad, y los físicos se amontonaban para reexaminar su
trabajo. Tesla creía haber descubierto una manera de transmitir energía
eléctrica a través del aire tan sencillamente como con las ondas de radio e
imaginó un sistema global de estaciones de transmisión de energía gratuita. Se
demostró que tenía razón, pero la disponibilidad universal de los acumuladores
de orgón eliminó la necesidad de su invento. Los científicos se enfocaron en el
trabajo más teórico de Tesla.
Lo
que la gente no tomó en cuenta fue que la mayoría de los del Interior habían
escapado a la revolución sin un rasguño; todos estaban más ocupados
construyendo utopías que persiguiendo a tiranos caídos. Los del Interior jamás
fueron destruidos; sencillamente se ocultaron bajo la superficie como el
Leviatán y aguardaron la oportunidad de ascender nuevamente. Investigando
furiosamente la tecnología que habían restringido, encontraron en las teorías
de Tesla la oportunidad de recuperar sus tronos.
Tesla
estaba consciente de que cada objeto tiene una frecuencia de resonancia; un
punto de ruptura en el que un objeto vibra en fase con ondas que lo golpean. Es
por esto que el vidrio se resquebrajará cuando se golpea la nota adecuada en un
diapasón: el vidrio resuena junto con el diapasón, su estructura vibrando cada
vez más rápido hasta hacerse pedazos. Esto se entendía plenamente en tiempos de
Tesla, pero él llevó la idea un paso adelante: razonó que la Tierra misma debía
tener una frecuencia de resonancia y se dispuso calcularla. Los del Interior descubrieron
deleitados que, aunque erró ligeramente su cálculo, Tesla había dado en el
clavo.
Los
líderes de las nuevas naciones emergentes, mientras tanto, se encontraron en la
primera Conferencia del Mundo Unido, en Singapur, para discutir soluciones a
los dilemas ambientales que restaban en el planeta. Se decidió que desechar las
armas nucleares, químicas y biológicas era una prioridad, así como la
reubicación permanente de desperdicios tóxicos y metales pesados generados por
cientos de años de industria rapaz. Puesto que ya se construían naves
espaciales impulsadas por orgón, parecía factible y barato depositar estos
desperdicios en la Luna, cuya colonización de todas maneras no era deseable.
Una corporación llamada Renewall, Inc. presentó este plan, señalando que
estaban listos para ejecutarlo de inmediato. Hoy nos resulta increíble que
nadie se haya cuestionado de dónde surgió Renewall o por qué estaban equipados
de antemano para una industria que ni siquiera se había creado. Se firmaron los
contratos y se dio acceso a Renewall, Inc. a las más devastadoras armas que una
especie autodestructiva pudiera concebir. Para regocijo universal, comenzaron a
acarrearlo todo a la Luna.
El
1º de abril de 2012 los del Interior comenzaron una serie de detonaciones
nucleares cronometradas en los polos de la Luna. Tomó a la Luna varias horas
comenzar a resonar y resquebrajarse. En ese punto cesaron las explosiones. Pero
ya se había hecho bastante daño y los del Interior tenían en ese momento todos
los ases bajo la manga. La órbita de la Luna se trastornó justo lo suficiente
para causar estragos en la Tierra; maremotos destruyeron numerosas ciudades
costeras, los patrones climáticos se tornaron caóticos y nubes radioactivas y
escombros de la Luna envolvieron al planeta. En un año, dos tercios de la
población terrestre había desaparecido. Aquellos que murieron rápidamente en
las tormentas o fueron llevados por las aguas tuvieron suerte.
La
mayoría de los sobrevivientes desarrollaron algún grado del deterioro dérmico
denominado “Red-6”, producto de la radioactividad y el aire envenenado. Los adinerados
del Interior salieron de su escondite con tratamientos para el Red-6 que
solamente ellos podían pagar. Cuando la búsqueda de agua limpia se volvió prioritaria para la humanidad, los del Interior de inmediato revelaron una
técnica que combinaba la purificación de agua salada con la perforación de mar
profundo para ofrecer la más crucial necesidad para la vida a un precio
“razonable”. La competencia de técnicas para la extracción o purificación del
agua dio origen a una enorme industria de la noche a la mañana, con los del
Interior una vez más a la cabeza. Construyeron ciudades abovedadas para los
ricos, donde corporaciones como O2 vendían aire puro limitado al precio que el
mercado pudiese soportar. El “aire de diseñador”, un lujo con leves propiedades alucinógenas pero muy adictivo y costoso, fue sembrado entre los ricos cuando los del
Interior, en su ambición, comenzaron a aprovecharse incluso de los suyos.
La
vida fuera de estas ciudades apenas era posible. Tremendas tormentas devastaban
la poca tierra cultivable que quedaba, y escombros tóxicos aún cubrían al
planeta como un mórbido manto. Para el año 2060 el clima se había estabilizado
un poco, pero casi nadie en el Exterior tenía la esperanza de vivir más de treinta
años. La mayoría habitaban cerca de las ciudades abovedadas de los del
Interior, donde ocasionalmente podían respirar aire limpio o beber agua limpia
a cambio de trabajo doméstico o su participación en espeluznantes
entretenimientos. Verán, nosotros ya no lucimos mucho como los del Interior ni
pensamos como ellos en absoluto. Han llegado a vernos como una especie ajena e
inferior, y la mayoría de las pandillas del Exterior seguro estarían de acuerdo con aquello de “ajena”. Los del Interior comenzaron los juegos de BattleWheels
hace unos diez años, y es por mucho la más popular de sus diversiones. Muchas
de las pandillas del Exterior se odian de todas maneras, y quizá los del
Interior piensan que si se nos puede animar a pelear entre nosotros no les
causaremos problemas. No estoy seguro que pudiéramos causar gran problema a sus
armas, pero quizá eso es lo que ellos piensan.
Así
que creo que la mayoría de las pandillas están en los juegos porque saben que,
como sea, no vivirán mucho, y siempre existe la posibilidad de que algún día
hagas volar en pedazos a uno de los amantes de la adrenalina del Interior que
ocasionalmente se suman a los combates. O quizá se debe a que algunos del
Exterior se han convertido en leyendas en las arenas de BattleWheels y ahora
viven en el Interior. A algunas pandillas solamente les gusta ver las cosas
morir.
Yo
no necesito una razón. Que comiencen los juegos.
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