Colaboración especial. Texto de Gilberto Blanco
Estas vacaciones me di cuenta plenamente de que me he quedado sin
amigos. Tengo compañeros, camaradas, que preguntan cómo me fue en el semestre o
que me hablan para pedirme algún favor o ayuda y no precisamente para saber
cómo estoy, cómo me ha ido, qué he hecho, etc. Y me di cuenta después de dejar
de ser yo el que buscara de ellos, cansado de recibir respuestas cortas, con
apenas lo necesario, esperando que uno, al menos, se acordara y decidiera
hablarme, cosa que todavía no sucede. Y no, no escribo para reclamarle ni a
todos juntos ni a uno en específico; quizá yo me lo busqué; quizá nunca tuve
amigos y recién comprendí que tuve camaradas. Lo escribo porque me di cuenta no
sólo de lo solitario que me volví en estas fechas al ver que todos se juntaban,
se ponían las típicas fotos agradeciéndose el año juntos y no ser recordado
siquiera por error, sino que me di cuenta también de que hay una persona con la
que en medio de toda esa soledad me uní más, alguien a quien sí le puedo decir
aún amigo: mi padre.
Papá es ya la única persona con quien salgo y comparto historias. Bebo
con él y, así sean sólo un par de cervezas en la comida o una botella de Torres
X un sábado por la noche escuchando rock ochentero hasta que la botella
termine, siempre cuento con su compañía y su voz hinchada de historias y
recuerdos para disfrutar.
Si bien no es una amistad como la que podría tener con alguien de mi edad, ya que a
pesar de todo muchas cosas me cohiben para hablar plenamente con él, disfruto sobremanera
verlo cerrar los ojos ante una canción de Soda Stéreo y tomar de su copa
diciendo que aquella época fue la mejor y que jamás volverán los días así. Para
mí ésa es la verdadera amistad.
Parece raro comenzar así este escrito sobre un poeta, pero realmente no
lo es, y he aquí el porqué: cuando me siento a platicar con papá, nunca puedo
evitar recordar al poeta guerrerense Raúl Parra, quien escribió hace ya varios
años unos versos que describen a la perfección aquella amistad con mi padre:
Mi padre se parece al diablo
De niño le tenía miedo
Ahora
sin embargo
es buen camarada
Cuando bebemos juntos y me cuenta su vida
se le hincha malignamente de añoranzas el tórax
y le brota una sonrisa oscura de su hermosa boca
hecha a fuerza de blasfemias y mujeres.
Y es que a papá siempre se le infama el tórax de recuerdos de juventud,
de mujeres que le brotan otra sonrisa maligna, y las blasfemias le surgen con
el puño cerrado al recordar sus traiciones. Y es que de niño también me daba
miedo.
Excelente...mi abrazo.
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