Mensaje navideño

Pillajos y pillajas:

Sin juramento me podrán creer que este año ha sido el más extraño, más entreverado y más deleitoso de cuantos llevamos existiendo en el ciberespacio. En el transcurso hemos ganado plumas e ingenios que de uno u otro modo han venido a engrosar las entradas, el público y el pillaje en general. También, hay que decirlo, hemos ganado amigos entrañables en las redes sociales y en diversas partes del mundo. Poco más tengo que decir sino gracias; sigan acompañándonos, leyendo, comentado, escribiendo, mentando madres si es preciso. Si celebran estas fiestas por los motivos de trasfondo, que las disfruten y su celebración les deje en el interior algo más que una flamante nueva capa de grasa que cueste otros trescientos y tantos días erradicar; si se adscriben al confuso materialismo que en nada cree si no es admitido por el dogma del positivismo, que la peda esté buena y la cruda sea leve.

La verdad es que los mensajes alusivos al amor y a la paz no suelen dárseme con tanta elocuente pedantería como sus antípodas, además que al grueso de la población estos calamitosos ideales cuando no repulsión es cierto que a lo menos les inspiran hueva. El mundo, que desde antiguo se viene cayendo a pedazos, acaso necesita más odio por Internet y menos fastidio en la vida real, aunque al paso que vamos parece verdad que la realidad pronto no será sino una referencia algo burda y con gráficos de ínfima calidad.

De cualquier manera, haciendo un espectral eco al espíritu de la temporada presente, para concluir este desgarbado mensaje es mi deseo solo que en el descarriado despropósito que llamamos vida encuentren, o mejor, encontréis cara chavalada ese, aunque minúsculo, necesario quid para que haber pasado por este mundo haya merecido la pena.

Sin otros particulares. ¡Feliz Navidad!

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