Cuitas de Cocina Económica, No. 12

Esta tarde, lectores, la cocina económica sirvió suadero en salsa verde y tortas de colifror en jitomate. Desistí de lo primero, pues ya lo he probado y todavía me acecha el recuerdo de esa carne tan chiclosa que ni los colmillos de un león la podrían desgarrar... Las tortas de coliflor, lo admito, no estaban tan mal (los rebosados son algo así como "la especialidad" de la señora) pero la porción era tan pobre que bien pude haber pedido dos platos y aún así haber salido de allí con hambre. Por si fuera poco, hoy sucedió algo horripilante en esa cocina infernal: entró un músico callejero a cantarnos, guitarra en brazos, un desafinado y desatinado corrido sobre un tal Gabino Mancera, bandolero que murió de seis tiros, mientras su engendro iba entre las mesas pidiendo "pa' la música". Afortunadamente nadie dio un céntimo y el hombre salió de allí tan pronto terminó de tocar; ¡quiera Dios que aquello no se vuelva habitual! Pero el trovador andante no solamente vino a perturbarme la comida con su canto pues, para darle oportunidad que hiciera lo suyo, la señora de la cocina bajó por completo el volumen a la película que estábamos viendo y, cuando el individuo se marchó, no volvió a subirlo. Y esta tarde daban El Padrino... ¡Cómo se le ocurre hacer eso! ¡Qué criatura miserable se atreve a dejarnos viendo El Padrino solamente con los subtítulos! ¡Que las mil naciones del imperio persa caigan sobre esa fonda del demonio!

¿Qué hice, lectores, para merecer esto...?

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