Colaboración especial. Texto de José Luis Dávila
A veces me dan asco esos que se dicen poetas, esos que escriben sobre la noche más oscura de su alma, cuando el terror se les sube a la sien y las prisiones de la mente hacen que la fiebre se dispare, esos que aún pretenden ser poetas desgarrados, que creen en aquél que va desangrándose por las calles, siempre en silencio, sufriendo un amor. Aún más, esos que nombran putas como Santa y las elevan y las mecen en la luna, y Gamboa que se revuelca en la tumba con pena de este siglo, pena de que no se hayan dado cuenta de que él no quería eso que todos creen, que Santa no es Emma, que Emma no era puta sino Flaubert.
Hay veces que no soporto ver cómo adolescentes se tragan esa basura, la aplauden, se animan entre ellos, se halagan y luego salen creyendo que la poesía son ellos, que les fluye por las venas y desde sus ojos se filtra el mundo para hacerlo bello o para describir sus injusticias y males cercanos.
Y las tardes se les van en cafés italian coffee co., viendo a la calle, sintiéndose inspirados por el ambiente de meseros a prisa, extranjeros que pasean, intelectualoides de mierda, alboroto matinal o matutino.Una que otra noche se reúnen a beber, van a fiestas, fuman, bailan, gritan. Conversan y beben más y siguen conversando y bebiendo y hablan de Neruda, hablan de Camus, de Sartre, de Benedetti y sobre todo de Bukowski. Adoran a Bukowski, lo leen, lo devoran, se lo toman en el desayuno, en la comida y la cena. Quieren ser él, vivir en un apartamento sucio, vacío, desordenado, apestoso, rodeados de sí y de botellas vacías, así como la mirada que ahora tienen cuando se les pregunta de un tema que sale de sus márgenes existencialistas, porque también se creen eso, se regodean en tal término y no saben de Kierkegaard, Jaspers, vaya ni pronunciar Heidegger pueden.
También me fastidian los que escriben sin sentido, los que sólo ponen palabras inconexas, que no han aprendido la diferencia entre lo arbitrario y lo inmotivado. Me causa aversión esa nula cohesión entre palabras, están como suspendidas de la página por sí mismas, no tienen lazos, no tienen nada que decir.
Pero a pesar de todo, creo en la poesía, mas no en los poetas. Al menos no en los que se autonombran poetas. A esos, como Platón, pienso que debería expulsárseles, no de las ciudades o países, sino de la vida. Si tanto van anunciando sus ganas de matarse, ayudarles. Eso sí que sería bello, eso sí que sería poético.
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