Tenías que aparecerte

Junio 16, 2015

Y tenías que aparecerte justo en el momento en el que menos pensaba en ti. Llevabas esos jeans negros de Levi's que siempre amé verte puestos y una playera blanca con rojo.
Tenías que aparecerte y recordarme cuánto y cómo te quise, las tonterías que hicimos, las guerras de piñas en el parque, las siestas, los besos largos, los abrazos fuertes, las miradas profundas, las manos ansiosas por el otro, las piernas enredadas, las ideas al mismo tiempo y la inevitable ropa de los mismos colores... aún ahora.
Estaba ahí sentada con mis leggins negros y mi blusa roja ¡y tenías que aparecerte! Tu barba recién dibujada y tu cabello recién cortado, tu altura, tu nariz perfecta, tu labio siempre entre tus dientes y aunque te faltaba mi sonrisa favorita, ¡carajo! no tienes ni idea de cómo me dolió no poder correr a ese par de brazos, en un momento, siempre abiertos a recibirme y a esa carita perfecta, en ese tiempo, siempre lista para mis ataques de besos.
Tenías que aparecerte, fingir no verme y obligarme a fingir que no me dueles, que no te extraño, que ya no siento y que ni siquiera te reconozco.
Tenías que aparecerte, Alejandro, y hacerme volver a todo eso que sentí la última vez que me hablaste: el nudo en la garganta, el golpe en el estómago, las náuseas, el pecho oprimido, la falta de aire y las ganas de llorar sin soltar una sola lágrima.
Tenías que aparecerte luego de no tener los huevos de, al menos, explicarte. Ya no de quererme, ni siquiera de disculparte... simplemente de no dejarme con el retrato de un imbécil más en la memoria luego de tanto y tanto bien que me hiciste.

Y entonces yo, yo tenía que verte aparecerte para ponerme los pantalones que a ti te faltaron y dejar de cuestionarme, de tratar de comprenderte y, principalmente, dejar de tenerte.



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