Para bien o para mal, Jurassic World es la pesadilla de John Hammond hecha realidad.
La
cuarta entrega de Jurassic Park,
serie inspirada muy ligeramente en la novela homónima de Michael Crichton, es
dirigida por Colin Trevorrow y producida por Steven Spielberg, quien jugó el
mismo papel en JP3, y desde aquí
pueden tener un “bad feeling about this”.
El elenco viene encabezado por Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Vincent
D’Onofrio, Nick Robinson, B.D. Wong, Irrfan Khan y Ty Simpkins, a quien quizá
recuerden como el niño de Iron Man 3
al que Tony Stark dijo que llegaría muy lejos. Quizá a estas alturas ya haya
cambiado de opinión.
Veintidós
años después de la tragedia de Jurassic Park y sus igual de trágicas secuelas,
el parque está abierto: InGen finalmente ha echado a andar el proyecto de la
Isla Nublar bajo el nombre de Jurassic World y, tal como el difunto John
Hammond augurara, se ha convertido en una atracción sin precedente: decenas de
miles de turistas viajan de todo el mundo para ver el show del mosasaurus, para
presenciar cómo se alimenta el tiranosaurio y, ¿por qué no?, hasta subir a los
niños al lomo de un triceratops bebé. Sin embargo, el tiempo ha quitado el
encanto a estos viejos y “confiables” dinosaurios y los inversionistas,
preocupados por una caída en el número de visitantes, deciden crear en los
laboratorios al Indominus Rex, un depredador híbrido más grande y feroz que el
tiranosaurio, para dar un empujón al parque… Un empujón un poquito pasado de
fuerza. En el preámbulo del caos, Zach (Robinson) y Gray Mitchell (Simpkins)
llegan de vacaciones a la Isla Nublar, invitados por su tía, Claire (Howard),
la gerente de operaciones de Jurassic World y, de cierta manera, supervisora
del nuevo dinosaurio. Simon Masrani (Khan), el nuevo dueño del parque, se
muestra fascinado por la creación de sus científicos, pero al mismo tiempo le
preocupa que ésta pueda vulnerar su confinamiento y obliterar su
multimillonaria inversión, de modo que asigna a Owen Grady (Pratt), ex marino y
domador de velociraptores, para que se cerciore de que el enorme (y
desconocido) inquilino de la isla no escape y desate una masacre. Y eso es
exactamente lo que sucede y nos lleva a concluir que nadie aprendió la lección
de las películas anteriores y que InGen es ahora una corporación malévola con
peores intenciones que las de Dennis Nedry.
Hasta
aquí todo pinta bonito, ¿no es cierto? Bien, si no han visto Jurassic World y en verdad tienen deseos
de hacerlo aquí es donde toman la píldora azul, dejan de leer y van al cine
como harían cualquier otro día.
Hablo
en serio.
Última
oportunidad…
Vale,
si ya fueron a verla o de plano ni se les antoja pasen conmigo al siguiente
párrafo…
Déjenme
decirles una cosa: de verdad me entusiasmaba esta película. Los avances me
enamoraron: el parque operando, rebosante de visitantes, seguro y bajo control
como debía ser desde un principio; un dinosaurio acuático dando un show como el
de Keiko; Star-Lord abriéndose paso por la jungla sobre una motocicleta,
acompañado por un cuarteto de velociraptores; Bryce Dallas Howard, esa chica
guapísima cuya carrera fue destruida por M. Night Shyamalan y Spider-Man 3; ¡hasta tenían al niño de Iron Man 3! Lo admito sin vergüenza:
ésta fue la entrega de Jurassic Park que
más me emocionó desde el estreno de la original en 1993, tanto así que compré
con antelación mi boleto para verla en cuanto estuviera en el cine y me abstuve
de ver o leer cualquier reseña o comentario porque quería que la experiencia
fuera lo más legítima posible. Solamente he hecho igual con The Dark Knight Rises y Avengers: Age of Ultron. ¿Y valió la
pena? No. Odio decirlo, porque en
verdad quería disfrutarla, pero Jurassic World me decepcionó
terriblemente; se quedó muy, pero muy corta. Este largometraje no hace sino
replicar la fórmula del primer Jurassic
Park: dos niños y dos adultos corriendo por un parque lleno de dinosaurios
salvajes fuera de control, un científico que sólo habla de caos y de lo mal que
terminan las cosas cuando se juega con la naturaleza, el dueño del parque
queriendo tapar el desastre con un dedo, un genetista de pinta asiática, un
empleado descontento y ambicioso con una agenda personal, el negro de relleno
que nunca puede faltar, dinosaurios herbívoros que no presentan amenaza alguna,
seguidos por velociraptores y tiranosaurios que matan todo a su paso, y hasta
el jodido dilophosaurus que mató a Dennis Nedry está de regreso. Demos gracias
que, por lo menos, no colaron a una niña gimnasta o a un niño sabelotodo
obsesionado con los dinosaurios que… Momento: ¡ése sí lo hay! Y no olvidemos a
los raptores parlanchines de Jurassic
Park 3 y la batalla del tiranosaurio con otro carnívoro más amenazador;
¡por un momento creí que dejarían fuera estos brillantísimos elementos!
Tras
verla me he dado cuenta que todo lo espectacular que tenía esta película lo
mostraron en los avances, y para colmo todo ello fue efímero: el tráiler mostró el 30 % del tiempo del mosasaurus en
pantalla, apenas se nos muestran por encima Jurassic World y sus atracciones,
y los raptores amaestrados resultan no estar tan amaestrados. Y la genial y
comentadísima escena de Chris Pratt y su raptor
bike gang: qué arranque tan genial y qué conclusión tan anticlimática; sin
duda es de las peores decepciones de la película, que en general está saturada
de momentos que escurren queso (como el “romance” entre Owen y Claire) y
situaciones inverosímiles como que los más de veintidós mil visitantes del
parque puedan guarecerse en el Visitor Center, un par de guardias que prefieren
hacer una broma antes que ayudar a dos niños que piden ayuda o que Bryce Dallas
Howard se la pase corriendo por toda la isla en falda y tacones, aprenda a
utilizar un rifle de dardos con solo levantarlo, e incluso le gane una carrera
a un tiranosaurio cuando en la primer película apenas y pudieron huir de él a
bordo de un jeep. Y los pterodáctilos: Jurassic
Park 3 nos enseñó que son las criaturas voladoras más malignas y peligrosas
que han vivido sobre el planeta, ¿entonces por qué seguirles criando y, por si
fuera poco, criar tantos? Ya lo dice
el refrán: “cría pteranodones y te sacarán los ojos”. En cuanto al resto de los
carnívoros, ¿no murieron suficientes personas en las tres aventuras anteriores
a causa de los raptores y tiranosaurios? ¿De verdad esperaban que en esta
ocasión fuera distinto? ¿Creyeron que estos dinosaurios tan voraces pensarían:
“oh, vaya, el nuevo dueño del parque es un estereotípico millonario de la
India, portémonos bien”? Y qué decir del Indominus Rex, ese dinosaurio adolescente
mutante con súper poderes que reúne lo peor de los peores habitantes de la isla
y no tiene mayor motivación que ser malvado: la criatura no es sino toneladas
de maldad pura con colmillos afilados. ¡Oh! Y lo olvidaba: ¡también habla! Qué
mala suerte que esta vez a nadie se le ocurrió llamar a la doctora Ellie
Sattler para que enviase al ejército y la marina a salvar el día. Por si fuera
poco, los personajes de Zach y Gray son tan
irrelevantes que el final prefiere hacerlos a un lado para un último
acercamiento al héroe de la película, y del sub-plot
de sus padres mejor ni hablamos.
Pienso
que Jurassic World era un título con
muchísimo potencial que no supo escapar de los demonios que arruinaron la
primer y segunda secuelas. Steven Spielberg tuvo la oportunidad de enderezar la
franquicia como hizo Bryan Singer con X-Men:
Days of Future Past, pero en su lugar se cruzó de brazos y nos dio otra
historia pobrísima que generará millones de dólares y seguro producirá una o
dos secuelas más.
A
pesar de todo esto, puedo señalar algunas cosas que me agradaron mucho de Jurassic World. Comienzo con la
actuación de Chris Pratt: su personaje es el único por el cual, como
espectador, puedo sentir empatía y, francamente, me hubiese gustado verlo en
una película mejor escrita y mejor dirigida. La escena de la raptor bike gang es sin duda la más
espectacular y memorable de las dos horas, tanto que deberían contratarlos para
la secuela de Guardians of the Galaxy.
Considero que Pratt tiene futuro como estrella de acción; ojalá sepa meterse a
los proyectos adecuados. Los easter-eggs y las referencias al parque original
también se agradecen desde el fondo de mi corazón de fanboy, aunque me hubiese
gustado más que aprovecharan estos elementos para reflexionar sobre los errores que repitieron
y no como meros adornos en una cinta de monstruos. Lo que sí aplaudo es la
explicación que ofrecen a una de las principales críticas de la ciencia
respecto a los dinosaurios que se nos muestran, desprovistos de plumas; lástima
que sea un dato inútil en medio de un montón de datos inútiles. También fue
lindo volver a ver a Bryce Dallas Howard en un largometraje de alto
presupuesto; lástima que éste no va a relanzar su carrera.
Chris
Stuckmann acuñó el término “phantom menacing” para referirse a esas películas
que uno aguarda con altas expectativas y desea sean fantásticas; ésas que uno quiere disfrutar pero que después de
verlas lo dejan a uno en un estado de negación hasta que, eventualmente, acepta
que no fueron lo que esperaba. Bien, debo decirles que Jurassic World me “phantom menaceó”.
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