¿Quién mató al mundo?

Mad Max: Fury Road es la ópera post-apocalíptica más brutal y encabronada de lo que va del siglo. Punto.


Escrita y dirigida por George Miller al igual que la original de 1979, Fury Road es la cuarta entrega de la serie Mad Max y es la primer secuela en llegar a la pantalla grande en treinta años. Este título, de hecho, fue uno de esos filmes que se anunciaban una y otra vez y que generaban gran expectativa pero que nunca iban más allá de las palabras, más o menos como ha sucedido con Half-Life 3 y Doom 4 en el ámbito gamer, y aunque se concibió desde 1998 fueron numerosos los factores que impidieron su realización hasta que en 2010 Tom Hardy fue anunciado como el sucesor de Mel Gibson en el papel de Max Rockatansky en lo que sería la continuación de las aventuras del personaje y no un relanzamiento, cosa que se agradece en una época en la que los cinéfilos estamos fastidiados de remakes que solamente decepcionan y pisotean lo que fueran extraordinarias franquicias.

Ahora la pregunta obligada: ¿valió la pena esperar treinta años el regreso de Max al cine? La respuesta es sí; ¡joder que sí!

Fury Road transcurre un tiempo indeterminado después de los eventos de las cintas anteriores (de hecho, es difícil decir si omite alguno). Max (Hardy) todavía recorre el desierto post-apocalíptico a bordo de su Interceptor, atormentado por el recuerdo de su familia. Tras una breve persecución es capturado por los War Boys, un culto de motoristas belicosos que forman el brazo armado de una ciudadela dominada por Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne), líder de una élite que ha conseguido bombear agua limpia del subsuelo y desarrollar la agricultura en la cúspide de peñascos, recursos que le dan poder sobre los enfermos y mutantes que moran las barrancas y quienes le veneran como a un dios. Max, a quien los War Boys utilizan como “bolsa de sangre” (un donador de sangre para los heridos) se ve súbitamente arrastrado por un joven chofer, Nux (Nicholas Hoult), a la persecución de Imperator Furiosa (Charlize Theron), la conductora del camión de guerra de Immortan Joe, quien súbitamente ha traicionado la confianza vertida en ella para perseguir una agenda personal. Pronto Max se ve forzado a colaborar con ella para escapar de las fuerzas de la ciudadela y sus aliados, defendiendo al mismo tiempo una inesperada esperanza para un mundo moribundo.


Fury Road es acción de alto octanaje desde que arranca hasta que comienzan a correr los créditos, superando ampliamente a The Road Warrior en términos de drama y adrenalina. Tom Hardy hace tan buen papel que uno ni siquiera tiene el tiempo ni las ganas de compararle con Mel Gibson; el personaje de Max se percibe como una huella fresca en la memoria, tan vigente como cuando le dejamos al final de Thunderdome, pero quien sin lugar a dudas se roba la cámara por completo es Charlize Theron como Furiosa: ¡qué pedazo de actuación! Este año la sudafricana (por quien me encanta ver los comerciales de Dior) nos ha brindado un personaje tan fuerte que no lo olvidaremos en un buen rato (y ella tampoco porque tuvo que afeitarse la cabeza en dos ocasiones para interpretarlo); incluso me atrevo a decir que ella es la estrella del guión, no Max, y esto antes que demeritar el título le da un empujón tremendo. Considero que Imperator Furiosa se quedará en la memoria colectiva como una de las grandes mujeres del cine de ciencia ficción, quizá unos escaños más abajo que Ellen Ripley, con quien no pude evitar equipararla a ratos. El resto del elenco femenino también hace un buen trabajo, y aunque he leído ya un par de comentarios que señalan a Fury Road como una cinta feminista —“las mujeres son todas buenas, los hombres todos malos”— yo opino que su mensaje es más bien de equidad: la mujer se juega el pellejo a la par del hombre; pelea, dispara, aguanta los golpes; no solamente está allí para verse bonita y ser rescatada. Esto, francamente, me fascinó. Volviendo al elenco, Nicholas Hoult desempeña un papel interesante como Nux, pasando del fanatismo al heroísmo a lo largo de la historia, mientras que Hugh Keays-Byrne nos ofrece a un villano que aunque visualmente muy llamativo no me parece del todo sólido (aunque, eso sí, es El Padrino si lo comparamos con Aunty Entity), pues si bien le sabemos artífice de la amenaza que se cierne sobre los protagonistas, uno no siente que ésta radique esencialmente en él como sucedía con Wez y Lord Humungus en The Road Warrior (queda clarísimo que Immortan Joe no le aguantaría a Max un round a mano limpia).


Otro aspecto sumamente loable de Fury Road es el visual: las secuencias de acción son hermosas y toda la cinta en general goza de una fotografía limpísima y un manejo de cámaras magistral, resultado de la experiencia añadida de Miller y John Seales. Siempre me he quejado de que cuando los Transformers de Michael Bay se (sic) transforman lo único que se ve son un montón de fierros volando desordenadamente por la pantalla, es decir, son secuencias sumamente sucias y aparatosas; en Fury Road, por el contrario, la acción es fluida y muy fácil de seguir sin importar cuántos vehículos estén rodando, chocando o estallando en la escena, y eso que, según el propio Miller, no abusaron tanto del CGI; el 90 % de los efectos especiales son prácticos. “Acción de la vieja escuela”, pues. ¡Ah! Y gracias, Seale, gracias por evitarnos esas secuencias plagadas de shaky cam que tanto, tanto daño han hecho al cine.

Ahora, una gran diferencia que percibí en Fury Road con respecto a sus antecesoras es el contexto: los eventos tienen lugar en el mismo mundo devastado y corrompido por la guerra nuclear, sí, pero en los 80 y 90 este panorama se percibía como ficción solamente; un futuro distópico propio de una novela, un cuento o un guión. Tres décadas después el mundo de Max se antoja probable y en esta ocasión nos plantea una cuestión que ninguna de las cintas ha tratado a fondo (y que sería excelente material para una precuela): ¿Quién mató al mundo? ¿Cómo llegó la humanidad a este punto? Las tribus y pandillas que habitan este yermo ardiente tienen los recursos para mover miles de caballos de fuerza a través de arena y rocas pero viven a la merced del hambre y la enfermedad; la naturaleza se ha convertido en tal lujo que es necesario matar para poseerle. Pienso que esto es particularmente significativo en estos tiempos de opulencia y consumismo desmesurados y le da un especial peso al cierre de la cinta, que dejó a la sala muda las dos ocasiones que he visto la película. Por cierto, no se rompan la cabeza: esa cita no proviene de libro o filme alguno.


Mad Max: Fury Road es sin duda una de las mejores cintas de 2015 y estoy seguro que conforme pasen los años la recordaremos como un clásico del cine de acción, al igual que a las anteriores. Miller ha logrado revivir la serie con mucha fuerza y espero con ansias la secuela, que debe ser un hecho tomando en cuenta la cálida recepción que este título ha tenido (sólo espero que no tarde otros treinta años). También échenle un ojo (u oreja, más bien) a la banda sonora, compuesta por Junkie XL y que encuentran completa en Spotify. Como pilón, un tip que les ahorrará tiempo: ese tema que querrán escuchar de nuevo se titula “Brothers in Arms”.

Hasta aquí mi reporte, Joaquín.

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