Kisima Innitchuna o el valor de las tradiciones orales en el siglo XXI

En 2014 una joven y valiente compañía de juegos de video, llamada Upper One Games, se dio a la tarea de rescatar una popular historia de la tradición esquimal para convertirla, nada más y nada menos, en su primer título, con el que sus desarrolladores recibirían el espaldarazo para incursionar en el mercado/mundo de los juegos electrónicos y, asimismo, inaugurarían el género «World Games», que sin duda parece inspirarse en la mentalidad que clasifica como «del mundo» todo aquello que resulte ajeno al panorama cultural de Occidente (reservaré mis críticas a esta suerte de nociones para otro momento).

El argumento plantea las peripecias de una niña llamada Nuna y un zorro ártico, quienes emprenden un peligroso viaje septentrional para descubrir la causa de la gran ventisca que impide a la tribu de la pequeña salir de cacería. Si algún conocedor de la cultura esquimal encuentra en esto parecido alguno con el relato de Kunuuksaayuka es, precisamente, porque en él se basaron para diseñar la línea argumental del juego (algo bastante loable, dado que la comunidad de nativos de Alaska deseaba que sus tradiciones comenzaran una difusión más amplia en años recientes). Y personalmente considero que a este peculiar hecho es que, en gran medida, el juego es una joya.

Es verdad que mucha de la buena impresión que deja este título se encuentra en el plano gráfico: los paisajes nevados, las aguas frías del Norte, los glaciares y bosques son preciosos; los espíritus de la naturaleza y de la aurora de diseño minimalista son geniales y, por supuesto, Nuna y el zorro son personajes de una organicidad indescriptible. El diseño del juego rezuma vida en cada aspecto, desde el manejo de luces y sombras, hasta la naturalidad con que las criaturas y nuestros protagonistas se mueven y reaccionan al entorno (hay que decir que cada vez que uno de ellos «muere», la reacción del compañero es traumáticamente auténtica, como si en efecto le invadiera el más terrible de los pesares). También la música es un elemento que deleita por lo afortunado de su composición, cada escenario cuenta con un apoyo sonoro idóneo para transmitir algo específico, sea la soledad del desierto ártico o el inherente misticismo de los bosques nevados o, por supuesto, el vértigo de escalar las masas de hielo de las escarpadas cordilleras. Al mismo tiempo el manejo de los controles es excepcionalmente bueno y sensible, lo que deja muy en claro que en Upper One saben lo que están haciendo. Pero la esencia que une a todos estos elementos, y que por ende no puede faltar, es el hilo conductor que motiva sus existencias: la historia.

Algo que se dice con frecuencia alrededor de los juegos de video de nuestra época es que los argumentos se han vuelto cada vez más protagónicos y, por lo mismo, complejos. Muchas reseñas y opiniones que se emiten estos días no evitan el referirse a los primeros títulos que surgieron hace casi tres décadas como una colección de acciones sin mayor motivación, lo que no implica que fueran malos, sino que tenían una orientación diferente a la que, en la actualidad, se ha tomado. Ante este panorama, creo que tiene sentido que la semilla que diese como resultado un juego tan pulido y detallado fuese, precisamente, de orden narrativo.

«Kunuuksaayuka» es una historia tradicional recogida por Minnie Gray, hija del cuentacuentos que originalmente la relataba en su tribu, Nasruk, en la colección de narraciones esquimales The Dall Sheep Dinner Guest. No es un cuento largo, de hecho no ocupa más de dos páginas del libro mencionado (253-255, para quien tenga oportunidad de consultarlo), sin embargo es una gran historia épica.

Sin necesidad (ni deseos) de hacer un análisis formal de la narración, cabe decir que las tradiciones orales, aunque suelen estructurarse de manera muy básica, conforman los relatos narrativos más efectivos y placenteros de los que tengamos experiencia. El hecho de que su estructura sea una de las más básicas que puedan estudiarse en el campo de la narratología no les resta méritos, por el contrario, les permite apiñar detalles, matices y efectos que nutren a la fábula original y la hacen cada vez más vistosa, excitante y exquisita para quien la escucha, la lee o, en este caso, la juega. Es una apuesta segura, porque recorre los derroteros que generación tras generación se han perfeccionado para dar como resultado un singular gozo estético.

Este juego es maravilloso por su confección tan pormenorizada y porque, a la postre, es literatura ofrecida en un formato fresco y que no se desvía de sus orígenes tradicionales.

Quizá el concepto no es necesariamente nuevo, otros juegos antes han tomado ideas de la literatura universal y las han transportado, aunque de manera excesivamente libre, a una consola o al ordenador (estoy pensando en Dante’s Inferno y Age of Mythology). Sin embargo, las licencias que se tomaron los desarrolladores son demasiado exageradas en algunos casos, mientras que en Kisima Innitchuna son bastante moderadas.

Creo que, además, como estudioso de la literatura y entusiasta de las culturas originales, el que el título se enfocase, por un lado, en ser un juego entretenido y retador y, por otro, en dar a conocer aspectos relevantes de la cultura esquimal por medio de cápsulas cortas que comentan diferentes elementos hallados en el juego, sin duda ha provocado que le coja un cariño especial y lo recomiende ampliamente.

Ojalá que más juegos así se estén preparando y que la fórmula no se agote sino que crezca y prospere. Nos hace falta volver la mirada a esas viejas historias que en su haber tienen aventuras inimaginadas por guionistas y productores de estos tiempos. Es en estos casos cuando, una vez más, la cultura nos demuestra su carácter atemporal y su tenacidad, no muere ni se extingue, pero sí corre el riesgo de ser olvidada. Ahí es donde entran proyectos como los de Upper One, que lejos de rescatar arrojan luz para ahuyentar las tinieblas de la indiferencia e ignorancia y, con el más horaciano de los principios, nos llevan a nutrirnos de las fuentes nuevamente.

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