Crecí con Dragon Ball. Lo considero, junto con Dai no naibouken, mi anime favorito, y puedo decir sin una pizca de
vergüenza que esta caricatura fue un factor decisivo para que me convirtiera en escritor:
fue en la primaria, cuando transmitían la serie original en canal 5, que me
empeciné en dibujar copiando el estilo de Akira Toriyama, y en aquel entonces
produje libretas enteras con historietas que no solamente buscaban emular (con
cuestionable éxito) el estilo gráfico, sino las tramas y los combates. Luego,
en la secundaria, las emisiones de Dragon
Ball Z y la exposición a los video juegos me impulsaron a tomarme el asunto
un poco más enserio y a plantearme la que, creía yo, sería la misión de mi
vida: convertirme en mangaka, viajar a Japón y que mis páginas llegaran a la
animación.
Ésa fue mi ambición hasta la preparatoria, cuando me empezaron a
gustar más los libros y comencé a producir algunos de los cuentos que pueden
leer en Lo que vino de las profundidades.
Sin embargo, mi afición por las aventuras de Goku y sus amigos persistió, y así
como vi todo Dragon Ball Z también me
aventé todo GT y todas las películas,
que hasta hace unos años retransmitían con frecuencia los fines de semana en Golden.
Confieso que estos largometrajes siempre me parecieron sub par, es decir, considerablemente inferiores a la serie en
términos de emoción y originalidad, lo cual es comprensible tomando en cuenta
que ninguno forma parte del canon y para cuando muchos de ellos se produjeron
el programa ya se había convertido en una fórmula predecible (sitúo esta
debacle luego de la saga de Freezer). Por eso, cuando me enteré que Toei
lanzaría una nueva película animada de Dragon
Ball Z en 2013, Kami to Kami (La batalla de los dioses), apenas me
emocioné; de hecho, debo decirles que hasta hace un par de días no la había
visto. La imaginaba tan inmemorable como el resto y, peor aún, plagada de los
elementos que tanto aborrecí del arco GT.
Con todo y que fue la primer cinta animada producida en diecisiete años y que
Akira Toriyama la escribió y supervisó, la dejé pasar. ¿Qué me trae a
escribirles en esta ocasión entonces? Bueno, la semana pasada se estrenó en
México, el santuario de Dragon Ball
en Latinoamérica, Resurrection of F (La resurrección de Freezer), el más
reciente largometraje de esta serie, secuela directa del anterior. No les
mentiré: apenas me entusiasmó, pero el fin de semana resolví darle una
oportunidad y me lancé al cine como todo un fanboy a echarle un ojo.
Dragon Ball Z: Resurrection of F es la
decimonovena película de la serie y, al igual que la anterior, fue escrita por
Akira Toriyama y producida por Toei Animation, pero a diferencia del resto de
la filmografía, este título y su antecesor sí son canónicos, es decir,
continúan la historia luego de la saga de Majin Boo y descartan los eventos de GT (aplauso). La trama es simplísima:
tras su derrota a manos de Beerus en el filme anterior, Goku y Vegeta viajan al
templo de la destrucción para ser entrenados por Whis. Mientras tanto, Sorbet,
uno de los generales del viejo ejército de Freezer, reúne las Esferas del
Dragón en la Tierra y pide a Sheng Long resucite a su amo, quien en lo único
que puede pensar es en cobrar venganza sobre los Saiyan. Dispuesto a superar el
poder de Goku, Freezer se retira a entrenar y regresa cuatro meses después,
apenas dando tiempo a Jaco, el patrullero galáctico, de advertir a Bulma que
este viejo némesis se aproxima a la Tierra acompañado de una gran cantidad de
tropas. Puesto que Goku y Vegeta están lejos, Krillin hace equipo con Gohan,
Piccolo, Jaco, Tenshinhan y el maestro Roshi para dar tiempo a que sus
campeones regresen, seguidos por Beerus y Whis, muy interesados en ver cómo
resulta aquello.
Como
la anterior, esta cinta es un Kame-hame-ha directo a la nostalgia de los fans
de la vieja escuela, capitalizando sobre uno de los villanos más memorables de
la serie. ¿Vale la pena? Pues… La verdad a mí no me gustó. Verán, así como el
profesor Utonio creó a las Chicas Superpoderosas con azúcar, flores y muchos
colores, Toei hizo esta película con una mezcla de malos chistes, situaciones de
lo más convenientes, mucho CGI y uno que otro momento genuinamente bueno. De
hecho, yo diría que se compone de tres cuartas partes de diálogo quesoso y una
de auténtico Dragon Ball. Siento que
Toriyama quiso regresar al mood más
relajado y cómico de la serie original y se le pasó un poquito la mano,
entregándonos una película con situaciones tan infantiles que uno pensaría que
va dirigida a niños y no a los que compartimos nuestra niñez y adolescencia con
el anime. Me desagradó sobre todo ver el papel que han llegado a jugar las
Esferas del Dragón en todo esto; la primera vez que Sheng Long fue invocado nos
lo presentaron como algo épico, como un evento fantástico y raro; había que
esperar un año para volver a llamarlo, y encontrar las esferas era una odisea.
En este punto, cualquier hijo de vecina puede reunirlas y pedir la peor tontería
del mundo. Ya no hay misticismo alguno en torno al dragón, que para colmo ha
pasado a ser una figura cuasi cómica e históricamente incongruente. Tampoco
disfruté el build-up hacia el combate
estelar; Freezer, sediento de venganza, se toma su tiempo para charlar y
bromear con Krillin y los demás como si fueran viejos camaradas que se encuentran
después de mucho tiempo (bueno, esto sí es cierto), y aunque Goku y los demás
tienen todos los motivos del universo para querer deshacerse de él, apenas y se
percibe un conflicto; uno lo siente más como juego, y esto es terrible tomando
en cuenta que la saga de Namek fue uno de los puntos más dramáticos de la
serie. El personaje de Jaco me pareció sumamente odioso. El argumento en
general es débil, al igual que su desarrollo y conclusión.
Pero también encontré
aquí cosas que me gustaron. Por ejemplo, me pareció muy interesante volver a
ver a Tenshinhan y el maestro Roshi, aunque fuera sólo un momento, como
personajes útiles y no como meros patiños que sólo se quedan viendo y mueren fácilmente
(¿verdad, Yamcha y Krillin?). Irónicamente, ahora es Gohan quien hace un papel
de tercera, dramáticamente reducido en poder y valía luego que fuera él quien
derrotara a Cell (todo lo interesante que tenía el personaje lo perdió con la
adolescencia), y es de notar la ausencia de Trunks, uno de los personajes
favoritos del público. Esto me parece un movimiento acertado por parte de
Toriyama para devolver un poco de vida a personajes que ya nada más estaban de
relleno. Beerus y Whis son de lo mejor, y aunque en esta cinta no juegan un
papel protagónico, pienso que son los personajes más interesantes que ha creado
Toriyama en años y estoy ansioso por ver de qué manera les explotará en el
futuro. Por último, el combate entre Goku y Freezer es uno de los puntos más
sólidos de la película, haciendo gala de una animación estupendamente lograda,
aunque este encuentro apenas y le llega en duración, drama e intensidad al que
sostuvieron en Namek.
En general Kami to Kami me pareció una mucho mejor
producción, sobre todo porque Beerus y Whis son un espectáculo per se, pero considero que Resurrection of F, aunque poco memorable,
reavivará el interés lo suficiente para que todos volteemos hacia los nuevos manga
y anime que Toei ya produce en Japón, a estrenarse este año, mismos que seguirán
con la historia a partir de estos dos largometrajes. Me entusiasma ver la serie
animada, y espero que ésta dé nuevo aliento a una franquicia que ya se antojaba
sumamente repetitiva, acaso dando mayor proyección a esos personajes que ya
considerábamos olvidados. Ojalá Sheng Long nos cumpla este deseo.
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