Hoy sirvieron en la cocina económica caldo de hongos y chicharrón en salsa verde con nopales. Cuando recién abrieron el lugar hace unos seis meses, y la señora cocinaba con gusto y no con codicia, allí servían un excelente chicharrón, de ése que hasta trae generosos trozos de carne aún pegados. Nada que ver con los pellejos que colocaron ante mí esta tarde, minúsculos en comparación con la cantidad de nopales, bañados en una salsa que era más agua que chile y jitomate. ¡Qué cosa más desabrida! Y del arroz no puedo hablar mejor, pues estoy seguro que era el que sobró ayer.
¿Les he contado sobre los personajes que comen allí con frecuencia? Hoy, por ejemplo, estaban sentados en la mesa de junto "los ingenieros", tres hombres de edad más o menos avanzada que siempre van juntos. El que, pienso, debe ser el más joven, seguro tiene arriba de cincuenta años, es muy moreno y tiene el cabello completamente blanco. Él siempre maneja la camioneta en la que llegan y se van. Otro de ellos es bajito y parcialmente calvo; aunque por sus arrugas intuyo que es mayor que el anterior, los pocos cabellos que le quedan en la cabeza son todavía negros, y los lleva siempre alborotados cual caricatura de científico loco. El tercero, evidentemente el mayor, es rechoncho, usa anteojos y lleva un bigote como de morsa; camina lento y parcialmente encorvado, y lo he sorprendido mirando pícaramente a la señora de la cocina económica. Me resulta un tanto conmovedor verlos allí, siempre a los tres, porque pienso que en muchos años así nos veremos el señor Pereira, el señor Álvarez y yo (sólo que sentados en Toks, no es esta miserable cocina). A estos individuos les refiero como "los ingenieros" porque los tres visten más o menos a la usanza de mi papá, con camisas de colores sólidos y siempre con la chaqueta encima, e imagino que deben trabajar en una de las fábricas de la zona, supervisando la producción, reparando máquinas o regañando a los mozalbetes que nada saben hacer bien.
También estaba allí "la secretaria", una mujer regordeta y de anteojos a quien no puedo imaginar sino contestando los teléfonos, redactando memorandos y cosas así por el estilo. Hoy comía sola, pero por lo regular la acompañan su esposo, "el transportista", y su hija, "la colegiala", quien ofrece la vista más agradable que se puede encontrar por estos rumbos (debe tener como quince años, y sus piernas son largas, largas...).
Cuando llegué terminaban de ver Mortdecai, esa extraña película con Johnny Depp y Pepper Potts, y luego pusieron el noticiero del canal 4, que algo decía de inundaciones en Jalisco.
(Si te perdiste la entrada anterior puedes leerla aquí).
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