Cuitas de Cocina Económica, No. 4

Hoy tuve la genial idea de pedir pollo en encacahuatado en la cocina económica. ¡Ay, ostras! ¡Más me hubiera valido saltarme la comida! He solicitado se me sirviese junto con el arroz, y me han llevado un muslo de pollo hervido, tan flaco como insípido, bañado en una salsa que bien podía ser engrudo teñido de naranja, viscosa y, por si fuera poco, fría y picante como una blasfemia. Tuve la mala fortuna de que el arroz fuese blanco (nunca me he explicado por qué a ése la señora sí le pone verduras y al rojo no), de modo que se llevó pésimo con el guisado. Estuve tentado a comerme una tortilla para no salir de allí con tamaño hueco en la barriga, pero me abstuve; hubiese sido como echar más leña a la hoguera. Por enésima vez en la semana, el agua fue de una refrescante jamaica artificial con un engaño de azúcar.


Esto, aunque no lo crean, no fue lo peor de esta incursión a la cocina económica: luego de comer a medias aguardaba el azucarado placer del postre, mas cuál fue mi sorpresa cuando la señora colocó frente a mí un platito con un gajo de naranja... Así es: un gajo solamente, rebanado en tres trozos. En ese momento sentí impotentes lágrimas queriendo escapar a mis ojos, mas contuve el llanto mientras pensaba que esa mala mujer algún día irá a parar a las fauces del Infierno, en donde será encontrada por Dante y Virgilio; éste narrará a aquél el castigo que sufre por haber servido con semejante miseria a sus comensales.

(Si te perdiste la entrada anterior puedes leerla aquí).

Publicar un comentario

Copyright © Pillaje Cibernético. Diseñado por OddThemes