Logros, pensamientos y consideraciones. Apertura de mes

El día de hoy comienza un nuevo mes y, tratando lo más posible de ser fiel a mi papel de administrador de este espacio, he querido mantener vigente y vigorosa la joven “tradición”, si es que así puede llamársele a estas escasas alturas, de compartir un momento de intimidad editorial con cada una de las atentas miradas que nos leen.

Sin embargo, recientes acontecimientos me han causado una desazón tremenda, por lo que en vez de la consabida revista de novedades y promesas, es mi deseo convertir esta editorial en un amasijo de antípodas, a ratos elegíaco y a ratos rebosante de holgorio, quizá un poco como imagen, ¿por qué no decirlo?, de la vida y del extraño ánimo que me embarga.

Lo primero que habrá notado el lector curioso y dado al examen de los detalles es que el menú superior ya cuenta con opciones adicionales. En algún momento la intención era otorgarle a este espacio alguna suerte de bloques independientes, pero pronto descubrimos que resultaría desordenado y poco atractivo congregar sin ninguna suerte de criterio las “páginas” independientes con ligas directas a espacios ajenos, o casi; decidimos, entonces, que el menú superior albergara nuestras recomendaciones, comunidades y ligas a blogs personales en lugar de formar una quimérica combinación, mientras que las páginas de esta misma marca se depositarían abajo, comenzando por el FAQ y terminando con el canal de Youtube, al que pronto estaremos haciendo algunas añadiduras.

Lo otro, que sin duda llamará la atención, es que nuestra nómina ha crecido considerablemente.

Desde meses atrás se había venido prometiendo que nuevos autores estarían compartiendo, como escritores en casa, sus trabajos, reflexiones, reseñas, teorías y comentarios. Puede verse que las promesas no han sido meros comentos de enamorado y que, en realidad, ya están con nosotros dos talentos femeninos muy apreciables: Elena y la enigmática Yeyito. Asimismo, seguimos contando con la invaluable colaboración de E. J. Valdés, amnesiac y Hans Sprungfeld.

Una sección, jugando un poco a la máquina del tiempo, concepto harto recurrente en los primeros días de este blog, se ha añadido casi al final de la página: Entradas aleatorias.

No son sino unas cuantas entradas, elegidas mediante un algoritmo del que me deslindo por completo, que se ofrecen a la vista para que quien se acerque a este blog con intención de conocerlo apenas pueda llevarse una probada más certera de lo que le aguarda entre nuestras letras. Lo cierto es que para esto también se encuentra la sección de entradas populares y los vistazos a ciertas etiquetas de relevancia, pero lo aleatorio tarde o nunca viene mal, así que ya forma parte de nuestro contenido, felizmente.

La disposición del cuerpo de las entradas también ha sufrido un cambio, con la esperanza de convertir el blog en un espacio de fácil lectura. Debo reconocer que esta determinación es de carácter experimental y que al primer disgusto será derogada, entre tanto que se disfrute del fandango.

Ahora quisiera dejar un poco el tema de las novedades y las metarreflexiones para tratar un asunto que me ha dolido en lo profundo del alma.
No, no es el fallecimiento de la India María, aunque externo mis condolencias a sus deudos, amigos y a quienes disfrutaron de sus películas y actuaciones y sintieron genuino dolor por su pérdida. No, el caso es que justo ayer, cuando terminaba abril ocurrió una tragedia asaz horrenda: Grooveshark fue clausurado.

Era una página joven y fresca, recientemente la habían remodelado con una interfaz contemporánea muy ad hoc con las estéticas de hoy, que le dan un lugar privilegiado al minimalismo, las imágenes grandes y las letras sans serif.

Aunque en el aviso de clausura dicen que lamentan haber cometido infracciones contra artistas y productores, y que lo que deseaban no era violar derechos de autor sino compartir en el espíritu de la fraternidad la música con el mundo, parece ser que pudieron más las demandas y los intereses económicos.

Estoy triste, profundamente acongojado y también muy enojado.

Quien tenga rato visitando este espacio sabrá que Grooveshark fue nuestra primera opción para recomendar, escuchar y obtener música gratuita. La página se alimentaba de las cargas de los usuarios, pero que yo recuerde nunca se pudo descargar música de manera ilegal; si te gustaba una canción y la querías para ti, la comprabas gracias a las ligas que estaban dispuestas para ello en la misma página.

Aquí varias entradas musicales tenían el logo de Grooveshark porque precisamente de ahí importábamos el mini reproductor con el que hacíamos llegar a nuestra audiencia las piezas que tratábamos entonces.

La pérdida me parece irreparable.

La única manera de que pueda compensarse este atropello es que vuelvan a traer Grooveshark a nuestras vidas.

Sin duda habrá más de uno que defienda el hecho de que, si quieres disfrutar del trabajo de un artista, tienes que pagar por ello porque es “justo” y “es lo que corresponde”.

Bueno, a todos esos moralistas de mierda que andan por el mundo predicando la paga y la corrección, tengo que decirles que se vayan mucho al diablo con el culo de su maldita perra madre.

Y no me retracto.

Lo escribo muy en serio y con todo el dolor del alma (dolor que, itero, es ocasionado por la pérdida de mi bienamado Grooveshark).

Yo sé que los artistas tienen que vivir de algo… bueno, ¿qué les parecería de un trabajo real? A mí no me pagan por ser escritor ni poeta, y no me frustra porque me dedico a algo que me da para vivir y que además disfruto. ¿Por qué los que se dicen músicos no pueden hacer lo mismo?

El mismo sistema que genera zombis o idiotizados que van corriendo a la itunes store o al Saharis más cercano a hacerse del último sencillo de Katy Perry o cualquier otro dizque artista es el que nos ha privado de compartir. En el espíritu de generar más ganancias (porque las millonarias pérdidas con que intentan escandalizarnos contra la piratería no son ni remotamente tan graves como nos quieren hacer creer… ¿por qué dedicarse a algo que no es rentable a manera de negocio? Solamente las editoriales lo hacen y eso porque encuentran también algún beneficio. En los negocios nadie da paso sin huarache, eso lo firmo ante notario), han promovido el egoísmo y, peor todavía, la imposibilidad de gozar en conjunto de algo que merece ser valorado como arte y no como producto mercantil.

Ya no estamos en el siglo XVI, la música, así como la literatura y otras artes ya no reciben el lugar preeminente en el consumo de los poderosos mecenas, que veían en estas expresiones propagandas efectivas para afianzarse en su posición privilegiada. Ahora los artistas se “auto consagran” y salen al mundo a distribuir su arte… ¿por qué? Está bien, porque quieren dinero. Pero, ¿acaso la fama solamente sirve para ser mina de oro? ¿Ya no hay gusto por dar clases, ofrecer conciertos gratuitos, hacer lo que haces por el placer estético de hacerlo? Aparentemente no.

Quien me conozca sabe de mí dos cosas: la una es que aborrezco el robo de ideas, la otra es que aborrezco aún más los derechos de autor.

Sí, Pillaje tiene copyright, ya sé. Es para evitar que cobren porque este proyecto es completamente gratuito, mas no para restringir el uso de lo que se encuentra presente.

En lo académico (y quien lea mis entradas sobre historia, teoría de la literatura u otras disciplinas lo sabe bien) es necesario hacer referencias, vale, eso está bien, es sano, indica que tu bagaje proviene de algún lado y además permite que tus lectores se remitan a la fuente porque ahí puede estar lo que buscan en ese momento. Referenciar es muy bueno.

No obstante, llega un punto en que el asunto de la autoría es una burla contra el consumo intelectual.

Lo que está mal con los derechos de autor es que no evitan que otros se adjudiquen las ideas y trabajos de unos, muy por el contrario solamente restringen la difusión de buenos trabajos que podrían propiciar la creación de otros distintos, acaso mejores.

Una cosa es reconocer la deuda que se tiene con autores del pasado, por ejemplo, muy otra es cobrar necesariamente porque lean mis últimos descubrimientos en torno a la crítica textual.

El mundo funciona de maneras muy jodidas. Los ministerios de fomento a la cultura, las artes y la ciencia deberían de encargarse de que, lo mismo al creador que al investigador, al académico y al científico, no les falte nada para desarrollar su trabajo, mismo que debiera ser gratuitamente difundido y libremente usado por el resto de los ciudadanos del mundo.

Grooveshark, en honor a la verdad, aspiraba a esta modesta pero poderosa causa y por eso fue sacrificado.

Con el imperio del execrable spotify y otros servicios mierderos que solamente ponen mientes en las ganancias, creo que algo igual de noble no volverá a suceder.

Hemos visto que incluso el mundo académico, el que más debería preocuparse porque bastara, en ciertos casos, con hacer un guiño notorio para dar crédito a quien lo merece, se ha puesto del lado de degollar a cualquiera que intente traer la cultura a las masas, y un paladín que lo intentó acabó suicidándose… Historias las hay, muchas, pero no las suficientes a lo que parece.

El 23 de abril criticaba yo la aberración de los derechos de autor y lo vuelvo a criticar: no sirven para proteger la labor intelectual de nadie, sirven para intentar cobrar y, de no lograrlo, para restringir la difusión de lo que se ha producido.

¿Para qué quiero escribir si al final me aseguraré de que nadie nunca lea lo escrito?

Siendo el arte tan rico como es que permite lo mismo citas que intertextualidades, homenajes que imitaciones, reinterpretaciones y reminiscencias, ¿hay necesidad para impedir que nuestras palabras se vuelvan a usar? ¿Hay necesidad siempre de cobrar por esto que es alimento del espíritu antes que del cuerpo?

¡Pues, derechos de autor, vuestra fuerza es limitada!

De ordinario yo no convoco a armar cagadero contra el sistema, pero esta vez sí se han pasado de la raya. Yo les invito a no utilizar spotify ni esas madres de paga, a bajar archivos gratuitamente y a compartirlos con quienes quieran recibir ese gesto de aprecio.

No dejen que el egoísmo imperante en nuestros días les penetre hasta los huesos.

Hay maneras de asegurar el flujo de efectivo sin llegar a la desmedida necesidad de clausurar páginas tan buenas como Grooveshark, que es mejor que el propio Youtube u otro servicio que pueda venir a la mente.

Sony lo hizo sin perder un centavo: si tienes membresía plus, puedes jugar en share con tus amigos todo lo que quieras. E. J. y yo lo hemos hecho y está de huevos.

¿Qué pasa que la música no puede disfrutarse igual?

¿Es que tenemos que ir por el mundo cortándonos las orejas porque ni los auriculares son suficientemente privados?

Que esta editorial mueva algunas conciencias, espero con sinceridad. ¡¡¡PILLAJE!!!

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