Rant ciclista No.1

De un tiempo para acá le he cogido el gusto a la bicicleta como medio de transporte y me he interesado en aprender cómo se ha impulsado el uso de este vehículo en diversas ciudades de México. Mis lecturas me han revelado que existe un importante sector de la población de las capitales de la República que le prefiere por encima del automóvil y el transporte público, pero que este mismo segmento enfrenta diversas dificultades para pedalear por las urbes, comenzando con el flujo automotriz y la falta de infraestructura adecuada para el ciclismo. La Ciudad de México fue la primera en implementar con éxito un programa de bicicletas públicas y adecuar una red de ciclovías que, aunque nadie respeta, ayudan a la movilidad. Guadalajara y Puebla han seguido el ejemplo con menor alcance e impacto, e incluso se rumora que Pachuca podría tener algo parecido cuando el gobierno municipal termine de jugar al Metrobús y los parquímetros (aunque les puedo decir que las ciclovías de la Bella Airosa están mejor hechas y son más útiles que las de Puebla).


También leyendo me he percatado de la guerra de opiniones que libran ciclistas y automovilistas, en la cual unos son los héroes y otros los villanos del cuento, sin medias tintas. En opinión de los campeones de la bicicleta, ellos son los defensores de la ecología mientras que el automovilista es una criatura netamente maligna que se ha apoderado de las calles y procura el mal al peatón y el ciclista tan pronto echa a andar el motor. Los conductores, por otro lado, se miran como los usuarios legítimos del camino y ven a los ciclistas como seres empecinados en estorbar, violar los reglamentos de tránsito y hacerle la vida imposible a cuanto automóvil se cruce en su camino. Yo me encuentro en ambas esquinas y me parece absurdo pensar que todo el que monta una bicicleta es un santo y todo el que conduce un automóvil es un demonio; así como hay automovilistas que se pasan los altos, dan vuelta donde no deben y se estacionan en lugar prohibido, existen los ciclistas que ruedan sobre las banquetas, circulan en sentido contrario y son agresivos con automovilistas, ciclistas y peatones por igual. A estos últimos ya me los he topado en varias ocasiones y es increíble escucharlos defender su mal actuar con argumentos como "estoy luchando contra el automóvil", "defiendo mi derecho a circular" o "estoy reclamando mi ciudad". A quienes esgrimen esto les diría que la ciudad es de todos, automovilistas incluidos, y no solamente de los autoproclamados paladines del tránsito.


Recientemente también he leído opiniones encontradas sobre un tema que compete a cuantos nos movemos en bicicleta, sobre todo en la Ciudad de México: la reglamentación del ciclista. Hace rato repasaba el comentario de Eben Weiss, quien lleva un blog de ciclismo urbano en Nueva York y afirma que las campañas que buscan poner orden en el ciclismo (y sancionar a quienes no cumplan) son una "distracción para continuar con la hegemonía del automóvil que no quiere compartir las calles con el ciclista" e incluso acusa a las empresas automotrices de estar detrás de estos reglamentos... Él y otros comentaristas se oponen sobre todo a las siguientes cuestiones.

El uso obligatorio de casco. El casco es un tema bien complicado; así como hay quien nunca sale sin él y desea que todo mundo lo traiga en la cabeza, hay quien afirma (con razón) que un casco no te va a salvar si un vehículo te impacta, incluso a baja velocidad, y que en lugar de obligarnos a usar casco deben enseñar a los coches a respetar y a concientizar a los conductores de la vulnerabilidad del ciclista. Ambos bandos respaldan sus posturas con cifras, testimonios, videos y lo que se les ocurra. También están los que no lo usan porque se despeinan... De un tiempo para acá ha circulado en Puebla el rumor de que el gobierno municipal busca implementar esta política, la cual contemplaría sanciones económicas para quien no cumpla. Esto último no me consta, pero ya hay quien se opone a ello e incluso afirma que con esta acción el municipio estaría desalentando el uso de la bicicleta, cosa con la que no puedo estar de acuerdo porque yo formo parte de ese segmento que usa casco hasta para ir a la esquina y no dejaría de moverme en bicicleta porque reglamenten este accesorio. Pienso, sin embargo, que algunos sí lo harían, o que habría quien dejaría de comprar una bicicleta por el simple hecho de que también tendrá que adquirir el casco. Actualmente sólo en Australia y Nueva Zelanda es obligatorio usar casco para circular en la bicicleta, e incluso allí persiste el debate sobre su efectividad.


El uso obligatorio de luces o prendas reflejantes. En mi opinión, si hay algo que debería ser obligatorio es el uso de luces; como automovilista les digo que es horrible toparte una bicicleta "invisible" por la noche (y peor si viene en sentido contrario) y contar con sólo unos metros para frenar o evadirla; como ciclista les digo que de noche no ruedo sin luces, incluso si de pronto me gritan que mi bici parece árbol de navidad. También hay ciclistas que se oponen a esto argumentando que no debería ser nuestra obligación hacernos visibles, sino de los automovilistas respetarnos; creo que esto es equivalente a decir que no es obligación de los bancos invertir en bóvedas y seguridad, sino de la gente abstenerse de robar. En Berlín, ciudad harto civilizada, es obligatorio para el ciclista no solamente montarle un par de luces a su bicicleta, sino asegurarse que éstas no deslumbren a automovilistas ni a peatones. Por eso me caen bien los alemanes.


Las multas a ciclistas. En la Ciudad de México esto ya es una realidad: el nuevo reglamento de tránsito contempla una sanción de veinte UCCM (como $1,200.00) al ciclista que atropelle a un peatón y la posibilidad de arrestarlo durante veinticuatro horas. La semana pasada algunos informativos mencionaron un presunto borrador de la Ley de Movilidad que también incluiría amonestaciones verbales y multas a quienes usen audífonos y circulen por banquetas o carriles exclusivos para el transporte público. La percepción de estas políticas, por supuesto, es negativa y refuerza mi creencia de que en este país todo mundo quiere hacer lo que le venga en gana, pero es una realidad que daría pie a abusos y corrupción. Incluso en el pueblito donde trabajo me he enterado de policías que "confiscan" bicicletas sin que la ley les atribuya esta facultad. Estoy de acuerdo con las amonestaciones verbales, pero no con las multas, los arrestos o que se lleven tu bici al "corralón".


Pienso que el motor del conflicto entre ciclistas y automovilistas es la falta de educación vial que impera en la sociedad. La bicicleta no te hace "el bueno" ni el coche "el malo"; si quitas del volante al cafre que rebasa por la derecha, se clava en los retornos y se detiene sobre el cruce peatonal y lo subes a una bicicleta obtendrás un mal ciclista, y lo mismo aplica a la inversa. Como ciclista me he topado a conductores que me ceden el paso e incluso me ayudan en los cruces complicados (son rarísimos, pero los hay) y como conductor he visto a ciclistas que serpentean entre los coches a toda velocidad o que son llanamente imprudentes. De todo hay allá afuera y no queda sino aprender a lidiar con ello hasta que nos caiga el veinte de que vivimos juntos y no queda más que aprender a llevarnos bien.

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