Por ahí circulaba una entrada en apariencia quejosa, en apariencia pesimista, que se preguntaba sobre la muerte del blog. La cuestión que preocupa al autor de dicha entrada es muy suya y respetable, yo pienso personalmente que el blog y la afición de los bloggers está muy lejos de extinguirse o desaparecer así como así. Es verdad que el Internet de nuestros días es muy distante del que se tenía en 2000 o 1999. Ya nadie o casi nadie se conecta con módem telefónico, ya casi nadie utiliza windows 2000 ni 98, ya casi todo el mundo ha escuchado de Apple y de cuán superiores son sus productos a los de otros que siguen empleando Windows como sistema operativo. En fin, hay muchas cosas que han cambiado, sin embargo los usuarios lejos de cambiar por completo hemos crecido. La necesidad comunicativa no se ha acabado y hay grandes masas de población que apenas descubren las posibilidades de la red.
Los usuarios más nuevos, casi siempre más viejos también, apenas encuentran en estos ámbitos una mina de oro largamente explotada por los que, fuera por gusto o necesidad, ya tuvimos que ver los primeros y frustrantes inicios de este mundo tecnológico. Otro de los autores de este espacio comentaba hace unos días que, por ejemplo, él tiene mucho de no recibir una cadena vía e-mail. Es normal, pero no se trata de lo que muchos piensan cuando se formulan esta suerte de reflexiones; no se trata del olvido en que ha caído la comunicación escrita en la web… no solamente se trata de eso, quiero decir. Pensemos por un momento que si nacimos entre 1985 y 1990, nuestro período de educación básica y media superior fue el momento de más efervescencia para la naciente red; cuando estuvimos en secundaria nos pasamos la vida enviando correos de saludos a la gente que veíamos a diario, era el juguete nuevo, asimismo nos la pasábamos llenando chismógrafos basurescos y reenviando cadenas que amenazaban con una muerte horrenda si no la pasabas a diez de tus contactos. El motivo por el que ya no nos llegan no es que se hayan extinto (por favor, basta que revisen el whatsapp de sus padres y tíos mayores para darse cuenta de que siguen vigorosas y activas), sino que nuestros contactos inmediatos, los de nuestra generación, ya pasaron por ahí, ya no usan estos medios para eso. Por otra parte, quienes apenas encuentran como novedad este universo, cada vez más grande, no tienen esta suerte de experiencia y la viven al fin.
Esto lo traigo a colación porque me ha llamado mucho la atención un fenómeno que pensé era, precisamente, parte de ese pasado de la vida en la red que ya «nadie» replicaría: el poner música en los blogs y páginas web. Recuerdo que en la preparatoria nuestro proyecto final en la clase de informática era entregar una página web funcional para una empresa o negocio. Tarea bastante difícil si consideramos que por aquel entonces no todo el mundo sabía usar códigos como HTML ni organizar algo funcional sin ser programador. Casi todos los equipos entregamos unas cosas del peor gusto imaginable, pero que a nosotros nos parecía la hostia: páginas de colores chillantes, tipografías excesivamente adornadas, imágenes y gifs por todas partes y, la reina de las afrentas, música. ¡Música para la página principal! ¡Música para cada liga! ¡Música por todas partes! El propósito de la actividad, desde luego, no era evaluar nuestra competencia como diseñadores, algo que habría sido desastroso para nuestras calificaciones en aquel entonces, sino que aprendiéramos a utilizar los elementos básicos que constituían las páginas que se iban abriendo camino. Lo de la música, no obstante, es una seña de inmadurez exquisitamente desdichada.
El problema no está en querer compartir una melodía que guste ni en tratar de propagar una pieza que nos resulta especialmente significativa, sino en que esto debería hacerse casi de manera exclusiva en persona o con advertencia de que ocurrirá. Trato de explicarme mejor: poner una canción o una lista musical que se reproduce automáticamente en tu página no la vuelve más atractiva para nadie, más que para ti. Es tú música, te dice algo, te llena, te motiva, te inspira, hace mucho por ti y por tu crecimiento interior, vale, eso lo concedo. ¡Pero a los demás nos importa un carajo! A lo mejor tienes el gusto musical más en onda en todo el universo, eso está conmadre, pero quien se mete a tu blog o web, salvo que seas un artista musical, ¡no quiere escuchar las canciones que a ti te fascinan! La web por defecto es bastante silenciosa, de hecho hay muchos usuarios que preferimos poner nuestro propio fondo sonoro mientras trabajamos y toparnos con esta suerte de blogs que quieren hacernos el favor de culturizarnos es francamente una patada en los güevos. Ahora que he estado poniéndome al día visitando los blogs de los miembros de las comunidades bloggers a las que pertenezco, me he dado cuenta que todavía es un fenómeno relativamente común encontrarme con páginas que ponen música y, con sinceridad, ¡las detesto! No me importa si es un sitio de poemas que quiere dárselas de muy bohemio, de muy artístico o de muy sensible; no me importa si se trata de una página que explora las dichas y los sinsabores de ser madre o si es un sitio que busca compartir las más grandes y excepcionales anécdotas de una vida tan interesante que merece contarse de pe a pa para todos los usuarios de la red. ¡Ponerle música lo jode todo! ¿Por qué? Por motivos varios: porque ya estoy escuchando mi propia música; porque estoy en silencio y no quiero ruido; porque no me gusta lo que suena; porque estoy revisando otras webs también y el ruido me desconcentra; porque si quisiera, buscaría la lista de reproducción y le daría play y tantán, pero ¡no! ¡Oh, no! Un atento blogger allá afuera quiere ahorrarme el esfuerzo de dar más clics de los necesarios y pone a sonar sus gustos personales como si todos valieran la pena. El mundo, queridos amigos, es así de jodido y desgraciadamente no es justo que jale así.
No soy quién para decirle a los usuarios qué hacer con sus espacios personales, después de todo la libertad es la que manda y tan libre soy yo de administrar mi sitio como me venga en gana como libres son ellos para retacarlo de músicas y gifs animados (de los que soy un gran aficionado, cabe destacar) si así lo desean. Pero me gustaría invitar, dado que soy tan afecto a la problematización y el enjuiciamiento, a pensar al respecto de esta práctica que puede resultar molesta para muchos. De mí sé decir que no voy a dejar de visitar esos sitios, más que todo porque trato de ser justo en cuanto a que si quiero recibir +1’s y aumentar mis visitas, también tengo que darlos, pero sí puedo comentar que apenas escucho la música cargada, cierro la ventana y no reviso el contenido. A lo mejor estadísticamente eso no le importa a los dueños de esas páginas, finalmente mi entrada al link y mi +1 quedaron registrados, pero cualquier cosa que hayan compartido se habrá perdido en el limbo del «no me interesa». Compartir música dándole a los visitantes la opción de escucharla o no es lo que me parece más sano, pero a fin de cuentas esto es una predicación que hago más tratando de conciliar que aconsejando a alguien en específico. Por mi parte verán que aquí en Pillaje Cibernético, Inc. hemos llegado a dedicar entradas completas a solamente propagar música que nos gusta, pero siempre con el botón de play dispuesto para que quien la visite, si quiere, le pique y escuche. En mis sitios prefiero enfatizar lo visual a lo auditivo, pero ni modo, hay quienes no piensan así y, pues, tienen sus motivos y su razón, así como yo tengo los míos. De momento, ahí va esta reflexión.
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De blogs con musiquita y cosas igual o peor de jodidas
Por Tuzo Pillo Hora 01:05 0
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