Lo primero que debemos tener en cuenta es que con el término que nos ocupa, igual que con otras nomenclaturas que se refieren a productos, sucesos o cosas de épocas pasadas, ocurre un fenómeno muy interesante y es que los académicos modernos, no sé si por evitarse la molestia de innovar en el ámbito nominal o por compaginar su labor con la esencia estética de lo que estudiaban, han optado por calcar los nombres que recibían aquellos sucesos, productos y cosas para seguir refiriéndose a ellos, dicho de otro modo, suele suceder que las denominaciones que hoy empleamos sean las mismas que se emplearon hace mucho, aunque no necesariamente pertenezcan al mismo momento histórico que nos encontramos estudiando. Esto podemos constatarlo si nos acercamos a los estudios literarios actuales; por ejemplo, al clasificar las piezas de teatro áureo que se componían o representaban, llegamos a encontrar taxonomías cómicas que incluyen la inexacta pero clásica categoría de las «comedias de vidas de santos» o «comedias a lo divino», denominaciones que parecen seguir vigentes aunque se apliquen de manera poco acertada a comedias de temática bíblica o teológica y no hagiográfica como tal. Como queda dicho, algo muy semejante ocurre con el Siglo de Oro.
Ahora bien, el término que nos ocupa hoy tiene una particularidad que, si nos coge desprevenidos, puede causarnos grandes confusiones, así que conviene prestar atención a esta breve lección previa: durante el período que llamamos «Siglo de Oro» ya se utilizaba con cierta frecuencia ese mismo sintagma, no obstante no se refería a lo que nosotros nos referimos con él; dicho de otro modo, durante el Siglo de Oro ya era corriente oír hablar del siglo de oro, pero esto no significa que los hablantes, poetas, políticos, clérigos, estudiantones o cualquier otra persona que empleara dichas palabras estuviera refiriéndose al momento de la historia humana que estaba viviendo. Como comentario parentético creo conveniente decir que este hecho fue el detonante para que surgiera la duda que nos compartió nuestra querida lectora; explico rápidamente el caso: al leer la Grandeza mexicana del bachiller Bernardo de Balbuena1, nuestra culta seguidora topose con la siguiente estrofa:
Ya tu rica ciudad cumple los votosLa mención es más que clara, de eso no hay duda pero, ¿para qué se empleaba este sintagma? Verán, por aquel entonces no era extraordinario que los poetas, o la gente culta en general, hicieran referencia en sus obras, rimas, canciones, letrillas y demás, a la «Edad Dorada», que algunas veces se llamó también «Edad de Oro» o algo semejante, y que era la denominación que se daba a una era idílica de la Antigüedad cuando la humanidad no tenía preocupaciones ni padecimientos, todo era paz, cánticos, jugueteos y goces, en resumen, se refería a una especie de Edén pagano localizado en un tiempo mítico anterior al florecimiento Clásico. Ovidio era la autoridad más aludida cuando se tocaba este tema, debido a que él había descrito la Edad de Oro en el primer libro de sus Metamorfosis:
que, puesta de rodillas en la playa,
hizo al cielo en rescates de tu vida
y entre el humo de aromas de Pancaya,
resuenan placenteros alborotos
de nuestro siglo de oro y tu venida.
El aire más sereno nos convida
a un inmortal verano
y ya lo enfermo en sano
vuelto, promete y da salud cumplida
que, luego que llegó a nuestro horizonte
tu luz, en solo verte
huyó la muerte al reino de Aqueronte.2
La primera de todas se ha criado,Aclarado el caso quiero insistir en que la recurrencia del sintagma siglo de oro durante el Siglo de Oro nada tiene que ver con nuestro empleo de dicho término ni menos con la conciencia histórica que, en la actualidad, le acompaña.
la edad dorada santa que guardaba
sin ley ni rey lo justo de su grado.
La pena ausente, el miedo ausente estaba;
el pueblo sin edictos se regía,
que sin jüez seguro se hallaba.
Nao ni galera entonces no se vía
ir por el mar, ni nadie entre mortales
otras que sus riberas conocía.
No había muros, trompas ni atabales,
ni para hacer trompetas se doblaban
pesados y durísimos metales;
ni de arneses o espadas se adornaban
soldados, que sin ellas muy seguras
las gentes en blando ocio se ocupaban.
Y sin romperle las entrañas puras
arándole, la misma tierra daba
frutos y frutas dulces y maduras.3
No obstante la aclaración anterior, sigue sin responderse cuándo es que el Siglo de Oro recibe este nombre y sus connotaciones actuales. Todavía es necesario tener cuidado, pues, como en todo, hay versiones documentadas y fiables y otras que lo son solamente en apariencia, tal es el caso de la resolución que ofrece Miguel Zorita Bayón que en su Breve historia del Siglo de Oro dice:
En realidad, el concepto Siglo de Oro, que fue consagrado por el hispanista norteamericano George Ticknor refiriéndose a la literatura española, no corresponde exactamente a un periodo de cien años, sino más bien a un tiempo de gran creatividad cultural a caballo entre el Renacimiento y el Barroco. La razón es sencilla, los textos en los que se inspiró hablaban de una «edad dorada» tal y como aparece reflejado en el capítulo 11 del Ingenioso hidalgo don Quijote, cuando el caballero alecciona a unos cabreros […] En definitiva, el profesor de Harvard usó un concepto basado en una tradición prácticamente universal, que aparece en multitud de culturas en las que se habla de un idílico tiempo remoto, cuando los hombres eran felices y el mundo vivía en armonía y sosiego. 4Por tentados que lleguemos a sentirnos a aceptar la versión de Zorita Bayón, hay que negarnos categóricamente; se trata de una anécdota inventada y harto lejana de la realidad, aunque se base en la verídica relevancia que tuvo Ticknor en el desarrollo de los estudios áureos del siglo XX, asunto sobre el que volveremos rápidamente más adelante. Mejor documentada y, por ende, fidedigna, es la respuesta que ofrece Juan Manuel Rozas, ilustre hispanista de nuestro tiempo que se dio a la tarea de rastrear los orígenes del nombre dado a este periodo tan apasionante; aunque sus razones son menos pintorescas e imaginativas que las de Zorita Bayón, también son más satisfactorias:
El concepto de Siglo de Oro como término literario se acuña, igual que tantos conceptos fundamentales de la vida y de la cultura españolas, en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando los españoles levantan poco a poco el denso telón de niebla que cubría esa zona de nadie que va desde 1680 a 1750, en esa lenta descomposición del Barroco español […] Los motivos de la aparición del término Siglo de Oro […] son fundamentalmente dos. Uno, estético, literario, en concreto de lengua poética; otro de historia nacional comparada, en su más amplia perspectiva. El primero desde el concepto de lenguaje literario; el segundo desde las relaciones internacionales de España con Europa en la Edad Moderna, señaladamente con Italia y Francia. En la base —lo que se sale de mi materia— está lo ya expuesto sobre la visión de nuestra historia general tenían los ilustrados. Y los planteamientos políticos en torno al despotismo ilustrado, en general tan fructíferos, en busca de una recuperación de la perdida hegemonía política. Con respecto al primer motivo, nos encontramos con un presente —el de los ilustrados— que mira a un pasado en dos tiempos: el siglo XVI, al que admiran profundamente, y el XVII, del que se sienten descontentos. Se dan, pues, los tres tiempos necesarios […] del mito de las edades: una etapa que se puede llamar de oro, el XVI; otra que se hace de hierro, el XVII, y un presente que pudiera ser —que quieren que sea— una renovación, una reinstauración neoclásica del buen gusto, en una edad nueva que, al menos pueda tener el brillo de la plata o el bronce. El segundo motivo está asociado al nacionalismo de las polémicas dieciochescas con italianos y franceses[…] El Siglo de Oro es, para ellos, el XVI, y su esplendor se muestra en un género, la lírica.Francisco Abad, otro insigne hispanista, comenta en un artículo suyo otros datos relevantes que complementan la documentación de Rozas; así es que sabemos que el término, usado más o menos como lo usamos nosotros, se encuentra de forma explícita en los Orígenes de la poesía castellana de Luis Josef Velásquez6. En su obra, Velásquez se dio a la tarea de esbozar una cronología poética dividida por edades: 1) del origen hasta el reinado de Juan II; 2) de Juan II a Carlos I; 3) de Carlos I a Felipe IV; 4) de Felipe IV hasta el momento de la composición de la cronología. La intención era dar a cada edad una correspondencia con la vida humana: 1) niñez, 2) juventud, 3) virilidad, 4) senectud. Según Velásquez, durante la senectud (la época que le tocó vivir), era notoria la decadencia de la poesía, más cuando se contrastaba con el período anterior, que había albergado ingenios de la talla de Boscán y de Garcilaso, a quien había coronado como príncipe de la poesía castellana, por lo que a su juicio la edad viril de la poesía era sin duda la edad dorada:
El concepto de Siglo de Oro responde a un mito que recorre la cultura occidental desde Hesíodo a Cervantes, y llega resonando hasta nosotros. España ha sentido la necesidad de dar este nombre a la etapa mayor de su cultura, especialmente en lo literario. Como tantas veces, el mito es una justificación y un deseo, poéticamente enlazados por una seriación literaria.5
Esta tercera edad fue el siglo de oro de la poesía castellana; siglo en que no podía dejar de florecer la buena poesía, al paso que habían llegado a su aumento las demás buenas letras. Los medios sólidos, de que la nación se había valido para alcanzar este buen gusto, no podían dejar de producir tan ventajosas consecuencias. Se leían, se imitaban, y se traducían los mejores originales de los griegos y latinos; y los grandes maestros del arte Aristóteles y Horacio lo eran asimismo de toda la nación.7Ahora bien, lo anterior es eminentemente la génesis del término, pero la «construcción interior» del mismo, aquello que engloba, no queda fijado por completo en el trabajo de Velásquez. Quizá la primera delimitación de los autores que luego conformarían el canon áureo más clásico es el Parnaso español, en cuyo prólogo vuelve a aparecer explícito el nombre «Siglo de Oro», ahora con mayúsculas y todo, y se emplea para referir a los poetas de Garcilaso hasta los de la mitad del siglo XVII. Si bien esto es un indicador de que en el XVIII «Siglo de Oro» ya era una denominación común para el período XVI-XVII, seguía presentando una delimitación difusa y variable; en el XIX deja de gozar de popularidad en España, que entra en un período de efervescencia liberal, y son los románticos alemanes los que lo adoptan y popularizan (hay que recordar que los primeros grandes filólogos dedicados al español eran, precisamente, alemanes). Menéndez Pelayo ya utilizaba «Siglo de Oro» para referirse al XVI, pero también recurría a «Siglos de Oro», en plural, cuando reconocía en el XVII manifestaciones plenamente áureas (lo que él consideraba plenamente áureas). Por otra parte, en el XIX se constituye más formalmente el canon áureo, aunque de nuevo no son los españoles los que se encargan de delinear los alcances del concepto. Rivers atribuye a Bouterwek, Sismondi y, principalmente, a Ticknor (el mismo del que habla Zorita Bayón) el establecimiento de los cimientos de este canon gracias a su History of Spanish Literature, que habría influenciado en el pensamiento de los académicos y que sentaría las bases definitivas para un estudio de la literatura áurea en España.8
Ya como apunte final, hay que destacar que a principios del siglo XX es cuando ocurre la gran revalorización del Siglo de Oro, concebido ahora sí desde la totalidad de sus dimensiones y no solamente bajo criterios estéticos difusos, y es entonces cuando entran todos los repudiados y expulsados del canon a ocupar, como dijeran en su tiempo, el sacro lugar que tan inmerecida y rigurosamente les fue arrebatado. En definitiva, este aglomerar a todos los nombres del XVI y del XVII bajo el mismo concepto ya es ocurrencia del siglo pasado.
Así que ahí lo tienen, si quieren impresionar a sus amigos o trolear a catedráticos y sabelotodos, ya pueden referir con pelos y señales el origen de este término. Gracias por leernos, recuerden dejar sus comentarios y seguirnos para más de nuestro famoso ¡PILLAJE!

Miguel de Cervantes Saavedra, máximo exponente de la literatura universal e ilustrísimo ingenio áureo. Imagen de 7 Días
Notas
- ↑ 1 Empleamos para la cita que se presenta a continuación, la facsimilar de 1927 de la Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, que reproduce la prínceps de 1604. En éste y todos los casos que lo requirieron, modernizamos grafías y puntuamos de acuerdo con las normas actuales.
↑ 2 BALBUENA, Bernardo de, Grandeza mexicana, México, Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, 1927, fols. 10v-11r.
↑ 3 SÁNCHEZ DE VIANA, Pedro, Las transformaciones de Ovidio traducidas del verso latino en tercetos y octavas rimas, por el licenciado Viana, en lengua vulgar castellana, Valladolid, Diego Fernández de Córdoba, 1589, fol. 2r.
↑ 4 ZORITA BAYÓN, Miguel, Breve historia del Siglo de Oro, ed. Juan Ignacio Cuesta, Madrid, Ediciones Nowtilus, 2010, p. 19.
↑ 5 ROZAS, Juan Manuel,«Siglo de Oro: la acuñación del término», en Estudios sobre el Siglo de Oro, Madrid, Editora Nacional, 1984, pp. 413-428.
↑ 6 ABAD, Francisco, «Sobre el concepto literario de “Siglo de Oro”: su origen y su crisis», Anuario de estudios filológicos, 9, 1986, pp. 9-22.
↑ 7 VELÁSQUEZ, Luis Josef, Orígenes de la poesía castellana, Málaga, 1797, pp. 58-59
↑ 8 RIVERS, Elias L., «La desconstrucción de la poesía del Siglo de Oro», en Estado actual de los estudios sobre el Siglo de Oro, ed. Manuel García Martín, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1993, pp. 131-138.
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