En la entrada de Victoria no hay mayor preocupación por la epéntesis por hipercorrección y yo creo que hace bien, porque el tema es escabroso y muy difícil de zanjar. Comentaba yo en su blog que el paragoge es un arcaísmo, me sostengo en lo dicho: «En la segunda persona del singular del pretérito indefinido alternan las formas con –s y sin –s (analogía/etimología): trocaste, trujiste, tuviste, venciste, viniste, viste/cantastes, distes, etc.»3, aunque he de reconocer que tiene razón cuando menciona que se trata de un «contagio» entre segundas personas, no obstante dicho contagio era aceptado y hasta promovido por la norma culta del XVII (revísense los textos de Quevedo, Góngora, Cervantes, Lope o Calderón para encontrar ejemplos) y solamente hasta el XVIII se consideró vulgar, en favor de la conservación etimológica que por entonces regía las prescripciones académicas. Sigue, no obstante, sin aparecer esto como evidencia de una intencionalidad culta excesiva, para que sea tal es necesario «un acto de reflexión, de la búsqueda consciente de una forma X de la variedad estándar de la lengua meta»4. En este sentido, como bien apunta Zimmer, hay también una clara noción de prestigio, de autoridad y de superioridad en el empleo de formas correctas y cultas, lo que denota que también hay una necesidad de trascendencia en el plano social.
A manera de conclusión resta solamente insistir en que la hipercorrección es un equívoco nacido de la necesidad de no equivocarse, una chusca ironía que vale la pena analizar con tiento cuando se presenta, ya que es la intención y no la forma equívoca la que nos permitirán reconocerla. En este sentido, no estamos exentos de cometerla los hablantes nativos de un idioma, incluso me atrevo a aseverar que es un error propio de los hablantes cultos, que al extremar precauciones pueden llegar a caer donde no querían. No existen los hablantes ni los redactores perfectos, por eso conviene ante la duda revisar el diccionario, la gramática o consultar algún libro, aunque también estas fontecicas de conocimiento pueden llegar a equivocarse. La lectura atenta y constante, como en muchos otros casos, es el mejor remedio para esta problemática; al final también es mejor pecar de exceso que de falta.
Estatua de Alfonso X, el Sabio. Fotografía de la A. P. PRO. L. E.
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1Español coloquial. Pragmática de lo cotidiano, 2008, p. 55 en nota. «
2Lengua y literatura española e hispanoamericana. Los últimos diez años, 2004, p. 79. «
3Juan Gutiérrez Cuadrado, «La lengua del Quijote: rasgos generales», 1998, p. 3. «
4Tanja Zimmer, El español hablado por los afrocostarricenses, 2007, p. 258. «
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