Apóstrofes
No me quedan más ganas
de nada
el día de hoy,
parece que fuera pinche
inicio
de semana.
Odio los martes y los jueves,
nomás esos méndigos días,
par de putos;
odio el utilitarismo
y su puta manía
de la conveniencia
que ¡ah, cómo me encabrona!
—¡Chingado!—;
odio la gente, los autobuses, el sol y la]
[tesis;
odio la burocracia,
a los pinches amigos falsos,
judíos pendejos lamegüevos
—comeojetes de su puta madre—
que nunca valen verga,
ni en defensa propia;
odio a los burócratas.
Odio la anarquía
de los otros pendejos
que se las dan de sabios
allá en el pinche Chac Mool
de los cojones
y su putito calvo tras la barra
que ni un clamato
decente
te puede servir;
odio a los putos maltrapillos anarquistas
que con sus cartones pintados
ya piensan que hicieron algo
en favor del ambiente
del canon,
y que aprendieron a leer
porque es ojete
que el ano de la sociedad no]
[lea;
odio ver tu pinche remedo de nalgas
quebradas que apuntan al cielo
como esperando que te la meta
—¿qué pinche deidad del]
[gentilismo
te pone a hacer agua el orto?—
hasta que el grito de tu
trabajo
progreso
riqueza
delincuencia
futbol (sin acento)
judaísmo
llegue hasta la puta mierda
de los saturninos aros;
odio tus calles trazadas con
el culo de Margarita
y de todos los aspirantes a menonitas chupapijas;
odio tu banda, tus músicos, tus putas
sin jale
y tu pisto con sabor a tecnocracia;
odio tus modelos de vida y a cada uno
de tus culeros
hijos de la gran]
[chingada;
odio tus niñas arrugadas,
tus culombianos,
tus norestenses,
tus nosferatus,
tus putos tigres y aún más putos]
[rayados,
tus Raza y Rambla y Charandas,
tu centro mierdero y muerto,
tu pinche Valle,
tus jotos farafaras,
tus morrucos y batorras,
tus paredes pintarrajeadas
pero lo más importante
te odio a ti.
El jardín de las chingaderas
Siempre he cultivado cardos.Las rosas me repudian
y yo, aunque las deseo,
las desprecio.
Mis campos están cubiertos de espinas,
lo han estado desde que brotó la vida
en ellos.
La flor de las cactáceas es pequeña
e inodora
y hasta las plagas temen acercarse.
Yo la cultivo con esmero,
recibo sus dardos,
cada punzada es un beso.
Pero abrazar la chumbera
es un acto temerario.
A mi jardín ni siquiera yo puedo entrar,
las espinas se me clavan muy adentro,
algunas me han atravesado el corazón.
Post mórtem
Este poema no pertenece a la obra El día que todo se fue a la verga, pero es verso libre y se colocó aquí por ese motivo. El título tampoco es el original. Se trata de poesía sacra perteneciente a otra obra aún inconclusa.El día perdió –un poco de– su claridad
y, aunque las estrellas no fueron arrasadas
de inmediato,
la luz fue cada vez –también un poco– menos sideral
y la oscuridad se volvió menos densa,
como transparente.
Así comenzó,
así se resbaló un susurro de agua
hacia el abismo
desde la redondez involuntaria del pequeño mundo,
arena palpitante, piedra blanca, flujo de cálido polvo,
hasta el profundo infinito y voraz;
sin gritos ni palabras,
sin universo,
sólo mundo tibio, lagunas apagadas,
fulgores cansados,
sólo verbo sin accidente,
y el tumbo secular en las sienes enconadas.
La primera historia se desdibujó
con sus peces, sus cangrejos y sus rocas,
para –nunca más– escribirse de nuevo,
para maldecir entre el llanto y rechinar de dientes,
mientras los mundos cantan, nubes tenues sin manos y sin pies,
y el orbe descompone las empresas
con su balido que ruge
como estremecimiento antes del parto.
Todo es dolor,
todo ficciones,
el sueño –no– ha terminado.
Mas ya los despojos de la presa, crepúsculo o lubricán,
cuando el lobo rapaz amenaza el cubil de la felina,
llueven del suelo hacia arriba
a los muros de oro y los ríos que irrigaron el corazón perdido entre las lenguas.
¡Ciérrate puerta!
Las mujeres perezosas se corrieron
antes de conocer varón
y la vida –al fin– es como el trigo.
He despertado.
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