De amigos imaginarios

Mira la entrada original aquí (incluye comentarios inéditos del autor).


Muchas veces, a lo largo de su vida, el ser humano se enfrenta a la soledad, con más o menos éxito en general. No obstante, cuando el peso de la existencia se revela insostenible, es cuando más recurre el hombre a su naturaleza de animal gregario y, peor aún, de criatura social. De esos momentos críticos es que surge el fenómeno del amigo imaginario, que grosso modo es un ser aparente, dotado de inteligencia, gustos, conocimientos y, según se le caricaturiza popularmente, habituado a sugerir ideas atípicas y hasta absurdas a su contraparte existente. El amigo imaginario es un desdoblamiento de la persona que lo invoca. En ocasiones, su presencia es un indicador del sano desarrollo del infante, que descubre en su mente la capacidad de generar vívidas fantasías siempre consciente del límite que la realidad supone para éstas. Pero también puede suponer una reacción patológica, cuando la atención que recibe el individuo es escasa, defectuosa o nula, y éste consiguientemente recurre a una evasión en la que los límites de la fantasía se desdibujan.
     Si bien se suele asimilar a los amigos imaginarios con las disparatadas ficciones que los niños se crean, hay un amplio espectro de amigos imaginarios en el mundo de los adultos. Un adulto vive rodeado de ellos, pero no los percibe como tales porque, a diferencia de los amigos imaginarios de los niños, los amigos de los adultos no son seres aparentes, sino reales. ¿De qué modo pueden ser imaginarios, entonces? La clave se encuentra en la relación, las intenciones y la interacción. El amigo imaginario del adulto lo es en la medida en que este último genera en su mente la idea de que otra persona es su amiga. Por patético —y hasta descorazonador— que suene, la realidad es que a una cierta edad las amistades se van esfumando al grado de quedar la persona completamente sola. Esa misma soledad que se experimenta durante los primeros años de vida, es la que viene a ponerse de manifiesto en la madurez del individuo una vez que llega su momento de entrar en la competencia por sobrevivir.
     El mundo actual, con toda su paz aparente, está firmemente cimentado sobre la violencia y el sometimiento del otro; bien lo sabían Adorno y Horkheimer al proponer que la civilización se crea necesariamente sobre las espaldas de los que fueron devueltos a la barbarie, por esto causa tanto ruido la idea contemporánea de la tolerancia, que únicamente tolera lo que la acepta como dogma. En este contexto de violencia, el hombre no puede sino ser el lobo del hombre, y las relaciones sociales pasan a obedecer este fin. De esta suerte, los amigos no se convierten en individuos iguales que comparten dignidad y miseria entre sí, sino en cómplices esporádicos de los que uno debe cuidarse con frecuencia.
     Los amigos imaginarios de la persona adulta sustituyen la ficción del ser por la ficción de la relación, generan una falsa confianza de la que se administran pequeñas dosis para sobrevivir apenas. Los ricos y los poderosos no tienen amigos, sin embargo suelen estimular la generación de lazos sociales con otros, siempre con objetivos utilitarios. Los pobres tampoco son propensos a la amistad, pues tienen la preocupación de granjearse el sustento, que no es tarea sencilla y siempre queda reservada al más fuerte o inteligente, no necesariamente al más capaz.
     Con frecuencia uno va a encontrarse con personas que genuinamente se ganan estima o cariño, esto no los hace menos imaginarios. La amistad, para que exista, debe ser recíproca y apelar tanto a la razón como a los elementos irracionales que componen al ser humano, por eso es tan difícil, según las consejas populares, hacerse de amigos y es tan sencillo contarlos con los dedos de una sola mano.
     Huelga decir que muchos de nosotros habremos vivido sin tener un solo amigo real. Pero a esta vida no se viene a darle check a equis o ye, sino a pasarla lo más rápido posible, de suerte que no pese tanto el delito que supone la existencia.
     Los amigos imaginarios abundan, no hay que aborrecerlos por eso, sólo hay que estar conscientes de que no son de verdad.
Vale.

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